Testimonios para la Iglesia, Tomo 7

Capítulo 35

La iglesia y la casa editora

Deberes de la iglesia hacia la casa editora

Los miembros de la iglesia en cuyo territorio se halla una de nuestras casas editoriales tienen el honor de poseer en su medio una de las instituciones del Señor. Deben apreciar este honor y deben comprender que implica una responsabilidad de las más sagradas. Su influencia y su ejemplo contribuirán mucho para ayudar o para estorbar a la institución en el cumplimiento de su misión.

A medida que nos acercamos a la crisis final resulta de vital importancia que la armonía y la unidad reinen entre las instituciones del Señor. El mundo no conoce más que tempestades, guerras y discordias. Sin embargo, las gentes se unirán bajo una misma dirección, la de la potencia papal, para oponerse a Dios en la persona de sus testigos. Esta unión es cimentada por el gran apóstata. Pero mientras trate de unir a sus agentes en la guerra contra la verdad, se esforzará por dividir y dispersar a los que la defienden. Los celos, la maledicencia, la calumnia, surgen a instigación suya para producir discordia y disensiones. Los miembros de la iglesia de Cristo tienen el poder de frustrar los planes del adversario de las almas. En un tiempo como éste, no debieran estar en discordia unos con otros ni con ninguno de los obreros del Señor. En medio de la discordia general, haya un lugar donde reinen la armonía y la unidad, porque la Biblia es en él reconocida como guía de la vida. Comprenda el pueblo de Dios que le incumbe la responsabilidad de sostener las instituciones del Señor.

Hermanos y hermanas, agradaréis al Señor si os empeñáis de todo corazón en ayudar a la imprenta con vuestras oraciones y vuestro dinero. Orad cada mañana y cada noche para que ella reciba las más ricas bendiciones de Dios. No estimuléis las críticas ni las murmuraciones, ni dejéis escapar de vuestros labios una sola queja; recordad que los ángeles las oyen. Cada uno debe ser inducido a comprender que estas instituciones nacieron por voluntad de Dios. Los que las denigren para servir a sus propios intereses deberán dar cuenta de ello a Dios. El Señor quiere que todo lo relacionado con su obra sea considerado como sagrado.

Dios desea que oremos mucho más, y que hablemos mucho menos. El umbral del cielo está iluminado por los rayos de su gloria, y él hará brillar esta luz en el corazón de cuantos sostengan con él relaciones normales.

Cada institución tendrá que luchar con dificultades. Estas son permitidas para que sea probado el corazón de los hijos de Dios. Al alcanzar la adversidad a una de las instituciones del Señor es cuando se manifiesta la fe verdadera que tenemos en Dios y en su obra. En un tiempo como ése, no considere nadie las cosas bajo su luz más desfavorable, ni exprese nadie pensamientos de duda o incredulidad. No critiquéis a aquellos que llevan la carga de la responsabilidad. No permitáis que vuestras conversaciones en la familia sean envenenadas por la crítica de los obreros del Señor. Los padres que se permiten este espíritu de crítica, no ponen delante de sus hijos lo que los pueda hacer sabios para salvación. Sus palabras tienden a perturbar la fe y la confianza, no sólo de los hijos, sino también de las personas de mayor edad.

Todos carecen ya demasiado de respeto y reverencia por las cosas sagradas. Satanás se apresurará a cooperar celosamente con quien critique para provocar la incredulidad, la envidia, los celos y la falta de respeto. Satanás obra siempre para impregnar a los hombres de su espíritu, para apagar el amor que debiera cultivarse cuidadosamente entre hermanos, para destruir la confianza, para estimular los celos, las sospechas y las disputas. ¡Ojalá no nos hallemos entre sus colaboradores! Un solo corazón abierto a su influencia puede esparcir muchas semillas de enemistad. Hasta puede realizarse una obra cuyas cosecuencias --la ruina de las almas-- no se conocerán nunca completamente antes del gran día final.

Cristo declara: "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque necesario es que vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!" (Mateo 18:6-7) Una gran responsabilidad recae sobre los miembros de la iglesia. Deben velar por temor a que, descuidando las almas de los jóvenes en la fe y esparciendo semillas de duda e incredulidad bajo la instigación de Satanás, sean hallados responsables de la ruina de un alma. "Y haced derechas sendas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados". (Hebreos 12:13-15)

El poder de los agentes de Satanás es grande, y el Señor exige de sus hijos que se fortalezcan unos a otros, "edificándoos sobre vuestra santísima fe".

En vez de cooperar con Satanás, aprenda cada uno lo que significa trabajar con Dios. En esta época deprimente su obra exige un valor y una fe inquebrantables que nos permitan sostenernos unos a otros. Todos necesitan, como obreros con Dios, estrechar las filas. ¡Qué no se lograría por la gracia de Dios si, cuando el desaliento aparece por todos lados, los miembros de la iglesia se uniesen para sostener a los obreros, para ayudarles con sus oraciones y su influencia! Entonces es cuando se debe trabajar como administradores fieles.

En vez de criticar y censurar, tengan nuestros hermanos y hermanas palabras de estímulo y confianza que decir acerca de las instituciones del Señor. Dios les pide que alienten a los que llevan las cargas más pesadas, porque él mismo trabaja con ellos. Pide a su pueblo que reconozca el poder que obra para sostener sus instituciones. Honrad al Señor esforzándoos por hacer todo lo que podáis con el fin de cultivar en la institución la influencia que debe tener.

Cuando tengáis ocasión de hacerlo, hablad a los obreros; decidles palabras que les inspiren fe y valor. Somos demasiado indiferentes unos con otros. Nos olvidamos demasiado a menudo que nuestros colaboradores necesitan fuerza y valor. En tiempos de pruebas o dificultades particulares, procurad demostrarles vuestro interés y vuestra simpatía. Cuando tratáis de ayudarles por vuestras oraciones, hacédselo saber. Haced repercutir en toda la línea el mensaje que Dios dirige a sus obreros: "Esfuérzate y sé valiente". (Josué 1:6)

Los directores de nuestras instituciones tienen una tarea muy difícil: la de mantener el orden y una sabia disciplina entre la juventud confiada a su cuidado. Los miembros de la iglesia pueden hacer mucho para animarlos. Cuando los jóvenes no están dispuestos a someterse a la disciplina de la institución; cuando están decididos a seguir sus propios impulsos cada vez que no son del mismo parecer que sus superiores, no los sostengan ciegamente sus padres ni simpaticen con ellos.

Más valdría, sí mucho más, que vuestros hijos sufriesen, y hasta que bajasen a la tumba, antes que aprender a tratar ligeramente los principios que forman el cimiento de la lealtad hacia la verdad, hacia el prójimo y hacia Dios.

En casos de dificultades con los capataces, id directamente a los que tienen autoridad y averiguad. Recordad que los jefes de los diversos departamentos comprenden mucho mejor que los demás las reglas que son necesarias. Manifestad confianza en su juicio y respeto por su autoridad. Enseñad a vuestros hijos a respetar y honrar a aquellos a quienes Dios ha demostrado respeto y honra al colocarlos en puestos de confianza.

Los miembros de la iglesia no pueden secundar de una manera más eficaz los esfuerzos de los directores de nuestras instituciones que dando en su propia familia un ejemplo de buen orden y disciplina. Muestren los padres a sus hijos, por sus palabras y conducta, lo que quieren que sean. Mantened constantemente la pureza del lenguaje y una verdadera cortesía cristiana. No se dé ningún aliciente al pecado, ni haya maledicencias ni sospechas. Enseñad a los niños y a los jóvenes a respetarse a sí mismos y a ser fieles a los principios y a Dios. Enseñadles a respetar la ley de Dios y las reglas de la casa paterna. Pondrán entonces estos principios en práctica en su vida y en todas sus relaciones con sus semejantes. Amarán a su prójimo como a sí mismos, crearán una atmósfera pura y ejercerán una influencia que estimulará a las almas débiles a progresar por el camino que conduce a la santidad y al cielo.

Los hijos que reciban tales instrucciones no llegarán a ser una carga ni una causa de inquietud en nuestras instituciones; serán un apoyo para quienes llevan responsabilidades. Bajo una sabia dirección, quedarán preparados para ocupar puestos de confianza, y tanto por el precepto como por el ejemplo ayudarán constantemente a otros a hacer el bien. Estimarán en su justo valor los talentos que les hayan sido confiados, y harán el mejor uso posible de sus energías físicas, mentales y espirituales. Las tales almas estarán fortalecidas contra la tentación; no serán vencidas con facilidad. Con la bendición de Dios, tales caracteres son portaluces; su influencia contribuirá a formar obreros que sean creyentes prácticos.

Los miembros de la iglesia, llenos del amor de Cristo por las almas, conscientes de sus privilegios y de las ocasiones que se les presentan, pueden ejercer sobre la juventud de nuestras instituciones una influencia inestimable para el bien. Su ejemplo de fidelidad en el hogar, en los negocios y en la iglesia; su bondad y cristiana cortesía, así como un interés verdadero por el bienestar espiritual de la juventud, contribuirán mucho a modelar el carácter de estos jóvenes para servir a Dios y a sus semejantes en esta vida y en la venidera.

Deberes de la casa editorial hacia la iglesia

Así como la iglesia tiene una responsabilidad hacia la casa editorial, ésta la tiene también para con la iglesia. La una debe sostener a la otra.

Los que ocupan puestos de responsabilidad en las casas editoriales no deben dejarse absorber por el trabajo a tal punto que no les quede tiempo para ocuparse en las cosas espirituales. Si este interés se mantiene muy vivo en la casa editorial, ejercerá una influencia poderosa en la iglesia; y si es vivo en la iglesia, se hará sentir con fuerza en la casa editorial. La bendición de Dios descansará sobre la obra si es dirigida de tal manera que las almas sean conducidas a Cristo.

Todos los obreros de nuestras casas editoriales que profesan el nombre de Cristo, deben ser activos en la iglesia. Es de esencial importancia para su vida espiritual que aprovechen todo medio de gracia. Ellos obtendrán fuerza, pero no permaneciendo como espectadores, sino haciéndose obreros. Cada uno deberá estar inscrito en algún grupo que realice un trabajo regular y sistemático en relación con la iglesia. Todos deben comprender que tal es su deber como cristianos. Por sus votos bautismales se comprometieron a hacer todo lo que está en su poder para edificar la iglesia de Cristo. Mostradles que así lo exige su amor a Dios y su lealtad hacia su Redentor, hacia el ideal de la humanidad verdadera, hacia la institución para la cual trabajan. No pueden ser siervos fieles de Cristo, no pueden ser hombres y mujeres realmente íntegros, ni obreros aceptables en la institución de Dios, si descuidan estos deberes.

Los que dirigen la institución en sus diferentes ramos deben velar especialmente para que la juventud contraiga buenas costumbres a este respecto. Cuando ella descuida las reuniones, cuando se aparta de sus deberes hacia la iglesia, buscad la causa. Mediante esfuerzos llenos de tacto y de bondad, tratad de despertar a los negligentes y haced revivir el interés que vacila.

Nadie debe hallar en su trabajo un pretexto para descuidar el servicio sagrado del Señor. Más valdría poner a un lado su trabajo que descuidar sus deberes hacia Dios.

A los hermanos a quienes han sido confiadas responsabilidades en las casas editoriales:

Quiero llamar vuestra atención a la importancia que tiene el asistir a nuestras asambleas anuales; no sólo a las reuniones de negocios, sino a las reuniones que contribuirán a iluminaros espiritualmente. No os dais cuenta de la necesidad de estar en relación íntima con el cielo. Sin esta comunión, ninguno de vosotros está seguro; ninguno está capacitado para hacer la obra de Dios de un modo aceptable.

En esta obra, más que en cualquier ocupación secular, el éxito guarda proporción con el espíritu de consagración y abnegación con que se trabaja. Los que llevan responsabilidades como directores de esta obra, necesitan colocarse donde podrán ser impresionados profundamente por el Espíritu de Dios. Su deseo de recibir el bautismo del Espíritu Santo y un conocimiento de Dios y de Cristo debe ser tanto mayor del que sienten otros cuanto más responsabilidades implica su puesto de confianza que el de un empleado común.

Los talentos naturales y adquiridos son todos dones de Dios y deben ser conservados constantemente bajo la dirección de la potencia divina y santificadora de su Espíritu. Necesitan sentir profundamente su falta de experiencia en esta obra, y esforzarse con celo en adquirir el conocimiento y la sabiduría necesarios para emplear cada facultad del cuerpo y de la mente de tal manera que glorifique a Dios.

"Os daré corazón nuevo". Cristo debe morar en nuestro corazón, así como la sangre está en nuestro cuerpo y circula por él como una potencia vivificadora. No podemos insistir demasiado en este punto. Al par que la verdad debe ser nuestra armadura, nuestras convicciones deben ser fortalecidas por la simpatía viva que caracterizaba la vida del Salvador. Ningún hombre puede subsistir a menos que la verdad viva se manifieste en su carácter. Hay un solo poder que puede hacernos o mantenernos firmes, y es la gracia de Dios en la verdad. El que confía en otra cosa está ya tambaleando, pronto a caer.

El Señor desea que se apoyen en él. Aprovechen al máximo cada ocasión para acercarse a la luz. Si se mantienen alejados de las santas influencias que emanan de Dios, ¿cómo podrán discernir las cosas espirituales?

Dios nos llama a hacer uso de todas las ocasiones de prepararnos para su obra. Desea que dediquen todas sus energías al cumplimiento de su tarea, y que permanezcan sensibles al carácter sagrado y solemne de su responsabilidad. El ojo de Dios está sobre ustedes. Para cualquiera de ustedes es peligroso entrar a su presencia con un sacrificio que tenga mácula, un sacrificio que no les haya costado estudios ni oraciones. El no puede aceptar una ofrenda tal.

Les ruego que despierten y busquen a Dios por ustedes mismos. Mientras pase Jesús de Nazaret, díganle del fondo de su corazón: "Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros". Recobrarán entonces la vista. Por la gracia de Dios recibirán lo que será para ustedes infinitamente más valioso que el oro, la plata o las piedras preciosas.

Si alguna vez hay un tiempo cuando es más importante que los hombres conserven su conexión con Dios, es cuando se los llama a desempeñar una responsabilidad especial. No es seguro para nosotros que descartemos nuestras armas cuando debemos ir a la batalla. Es entonces cuando necesitamos estar equipados con toda la armadura de Dios. Cada pieza es esencial.

Jamás entretengan el pensamiento de que pueden ser cristianos y sin embargo encerrarse dentro de ustedes mismos. Cada uno forma parte de la gran estructura humana, y tanto la naturaleza como la calidad de su experiencia será determinada en gran medida por las experiencias de aquellos con quienes se asocien. Jesús dijo: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". (Mateo 18:20) Entonces no descuidemos la práctica de congregarnos, como acostumbran algunos; pero exhortémonos unos a otros; tanto más cuanto que vernos que aquel día se acerca.

Que las reuniones sociales de la iglesia se hagan tan interesantes como sea posible. Que cada uno de los presentes sienta que tiene un deber que cumplir en la reunión. Colaboren con los ángeles celestiales quienes tratan de hacer una impresión correcta sobre cada obrero.