Testimonios para la Iglesia, Tomo 7

Capítulo 55

Consideración por los que luchan con dificultades

Durante años se ha mostrado una falta de visión al tratar con las personas que llevan adelante la obra del Señor en lugares difíciles. A menudo estos hombres trabajan en forma agotadora. Tienen muy poco dinero para invertir en el avance de la causa, y se ven obligados a sacrificarse con el fin de llevar adelante la obra. Trabajan por un salario escaso y practican la más estricta economía. Solicitan fondos de la gente y ellos mismos son un ejemplo de liberalidad. Le rinden a Dios la alabanza por lo que se ha hecho, comprendiendo que él es el autor y consumador de su fe, y que han sido capaces de progresar sólo por su poder.

Algunas veces, después que estos obreros han soportado la carga y el calor del día, y mediante esfuerzos perseverantes y pacientes han establecido alguna escuela o un sanatorio, o han tenido otra participación en el desarrollo de la obra, sus hermanos deciden que algún otro puede realizar un mejor trabajo, y que por lo tanto esa nueva persona debe hacerse cargo de la tarea. En algunos casos se hace la decisión sin dar la consideración ni el crédito debidos a quien ha tenido que llevar sobre sus hombros la parte más desagradable de la tarea, que ha tenido que laborar y orar y luchar aplicando todas sus fuerzas y energías en el desempeño de su responsabilidad.

Dios no se agrada con esta forma de tratar a sus obreros. El pide a su pueblo que sostenga las manos de quienes se esfuerzan por establecer la obra en lugares nuevos y difíciles, expresándoles palabras que los alegren y los animen.

Estos obreros pueden cometer errores a causa de su entusiasmo y celo por el adelanto de la obra. En su deseo de obtener fondos para el sostenimiento de las empresas más necesitadas, puede ser que se envuelvan en proyectos que no resultan en los mejores intereses de la obra. El Señor, al comprender que tales proyectos los desviarían de lo que él quisiera verlos realizar, permite que sufran frustraciones y se quebranten sus esperanzas. El dinero se ha sacrificado, y esto constituye una tremenda desgracia para quienes con tanto cariño habían deseado obtener medios para el sostén de la causa.

Mientras se esforzaban al máximo por levantar fondos para afrontar una emergencia, algunos de sus hermanos estaban de espectadores, criticando y suponiendo el mal, interpretando prejuiciadamente las motivaciones de estos obreros agobiados por la carga, y haciéndoles aún más difícil la tarea. Cegados por el egoísmo, estos censuradores no discernieron que sus hermanos ya tenían suficientes aflicciones sin necesidad de soportar la crítica de hombres que no habían llevado ninguna carga ni responsabilidad. La frustración es una gran prueba, pero el amor cristiano puede transformar la derrota en victoria. Los reveses nos enseñarán a ser cuidadosos. Aprendemos por las cosas que nos pasan. De este modo ganamos experiencia.

Se deben ejercer solicitud y sabiduría al tratar con los obreros que, aunque han cometido errores, han manifestado un interés intenso y abnegado en la obra. Que sus hermanos digan: "No vamos a echar a perder las cosas colocando a otra persona en su lugar, sin darle oportunidad de enmendar su error, y de colocarse en una situación ventajosa, libre de la preocupación ocasionada por la crítica injusta". Déseles tiempo para adaptarse, para sobreponerse a las dificultades que los rodean, y para presentarse como obreros dignos delante de ángeles y hombres. Es verdad que han cometido errores, pero ¿habrían hecho mucho mejor los que los han criticado y cuestionado? Cristo dijo a los fariseos acusadores: "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra". (Juan 8:7)

Algunos manifiestan un deseo prematuro por reformar las cosas que les parecen equivocadas. Consideran que ellos deberían ser elegidos para reemplazar a los que han cometido el error. Menosprecian el trabajo realizado por estos obreros mientras otros no hacían más que mirar y criticar. Dicen mediante sus acciones: "Yo puedo hacer grandes cosas. Puedo llevar adelante la obra exitosamente". Se me ha instruido que diga a esas personas que piensan que saben tan bien cómo evitar los errores: "No juzguéis, para que no seáis juzgados". (Mateo 7:1) Puede ser que eviten equivocarse en algunos puntos, pero en otras cosas están propensos a cometer graves desaciertos, muy difíciles de remediar, y que acarrearían vergüenza sobre la obra. Esos errores producirían más daño que los que sus hermanos han cometido.

La instrucción que me ha sido dada indica que los hombres que colocan el fundamento de una obra, y que, frente al prejuicio luchan por avanzar, no deben ser colocados en una luz desfavorable para que otros puedan tomar sus lugares. Hay obreros fieles que han avanzado en la tarea que Dios dijo que debía ser hecha, a pesar de la crítica de algunos de sus hermanos. Si se los quitara ahora de su posición de responsabilidad, se produciría una impresión injusta para ellos y desfavorable para la causa, puesto que los cambios realizados se considerarían como una justificación de las críticas injustas que se habían hecho y de los prejuicios que existían. El Señor desea que no se haga ningún movimiento que conlleve una injusticia contra los que han trabajado larga y esforzadamente para levantar el trabajo que se les ha asignado.

Cambios imprudentes

Se hacen muchos cambios que sería mejor nunca realizarlos. A menudo, cuando los obreros se vuelven descontentos, en lugar de que se los anime a permanecer donde están y hacer un éxito de su trabajo, se los envía a otro lugar. Pero llevan consigo los mismos rasgos de carácter que han hecho que en el pasado malogren su trabajo. En el nuevo lugar manifestarán el mismo espíritu desemejante a Cristo porque todavía no han aprendido la lección de servicio paciente y humilde.

Yo les suplico que se establezca un procedimiento diferente. Se deben realizar cambios en los grupos de obreros de nuestras asociaciones e instituciones. Se deben buscar hombres eficientes y consagrados para animarlos a unirse como ayudantes y colaboradores de quienes llevan las responsabilidades actualmente. Que en el espíritu del amor fraternal reine una unidad armoniosa entre los nuevos y los antiguos. Pero no se efectúen cambios administrativos abruptos de modo que se produzca desaliento en las personas que han laborado tesonera y exitosamente para promover la obra hasta cierto nivel de progreso. Dios no aprobará ninguna acción realizada para desalentar a sus servidores fieles. Que se apeguen a los principios de la justicia los que tienen el deber de conseguir la administración más eficiente posible para nuestras casas editoras, sanatorios y escuelas.

Un llamamiento al servicio

Dios solicita obreros. La causa necesita a hombres que se hayan formado por sus propios esfuerzos, quienes, colocándose humildemente como aprendices en las manos del Señor, han demostrado ser sus colaboradores. Se necesitan tales hombres en la obra ministerial y en el magisterio. Que quienes hayan demostrado ser verdaderamente hombres, se adelanten para realizar cuanto puedan al servicio del Maestro. Que se unan a las filas de los obreros y muestren su valía mediante un esfuerzo paciente y constante. Aprendemos a nadar en el agua, no en la tierra. Que cumplan con fidelidad el cometido para el cual se los llamó, para que de esa manera sean hechos idóneos para cumplir con responsabilidades aún mayores. Dios concede a todos la oportunidad de perfeccionarse en su servicio.

El que se coloca la armadura para pelear bien una batalla obtendrá una habilidad cada vez mayor a medida que continúa perfeccionando su conocimiento del Señor, obrando en armonía con el plan que Dios diseñó para el desarrollo perfecto de las facultades físicas, mentales, y espirituales.

Los jóvenes y las señoritas acumulan una provisión de conocimientos. No esperen hasta que alguna comisión humana los examine y los declare competentes para trabajar, sino que salgan por los vallados y los caminos y comiencen a colaborar con Dios. Empleen sabiamente el conocimiento que poseen. Usen fielmente sus facultades, impartiendo con generosidad la luz que Dios les ha concedido. Estudien los mejores métodos de impartir a otros paz, luz, verdad y las muchas otras ricas bendiciones del cielo. Mejoren constantemente. Manténganse ascendiendo cada vez más alto. Lo que verdaderamente vale ahora es la habilidad de poner las facultades de la mente y el cuerpo a trabajar, teniendo siempre presente las realidades eternas. Busquen al Señor con mayor seriedad, de modo que cada día sean más cultos, más cultivados espiritualmente. Entonces obtendrán la aprobación de Dios.

No importa cuán grandes o cuán pequeños sean sus talentos, recuerden que lo que tienen es de ustedes únicamente porque les ha sido confiado. De este modo el Señor los está probado, dándoles la oportunidad de demostrar cuán dignos de confianza son. A él le deben todas sus habilidades. Las facultades de su cuerpo, mente y alma le pertenecen a él y han de ser utilizadas para él. Su tiempo, influencia, habilidades y talento, de todo se le debe dar cuenta a Aquel que todo lo da. Usa mejor sus talentos quien se esfuerza diligentemente por llevar a cabo el gran plan del Señor para la elevación de la humanidad, recordando constantemente que él mismo debe ser un aprendiz a la vez que un maestro.

A medida que los jóvenes emprenden esta clase de labor y tienen éxito, a pesar de muchas dificultades, que nadie sugiera que se les encomiende alguna otra responsabilidad y que la obra que ellos han comenzado sea puesta en manos de hombres mayores y de más experiencia. Mientras nuestros jóvenes luchan con las dificultades, puede ser que cometan errores; pero si avanzan con perseverancia, sus derrotas serán transformadas en victoria.

Compañeros de labor, perseveren en la tarea que han comenzado. Aférrense a ella hasta que hayan ganado victoria tras victoria. Edúquense con un propósito. Mantengan en mente las normas más elevadas, para que puedan realizar un bien cada vez mayor y de ese modo reflejen la gloria de Dios.

Dios ha dotado a algunos de sus servidores con talentos especiales, y no se ha autorizado a nadie para menoscabar su excelencia. Pero que nadie haga uso de sus talentos para exaltar el yo. No se consideren a sí mismos como favorecidos por encima de sus semejantes, no se enaltezcan por encima de otros obreros sinceros y fieles. El Señor mira el corazón. El que se dedica al servicio de Dios con mayor devoción es de más alta estima ante el universo celestial.

El cielo está observando a los que ocupan posiciones de influencia para ver con cuánta fidelidad desempeñan su mayordomía. Las demandas que se hacen de ellos como mayordomos dependen de la amplitud de su influencia. Deben ser como padres en el trato que les den a sus semejantes: justos, tiernos y verdaderos. Deben poseer un carácter semejante al de Cristo, ligados a sus hermanos por los más estrechos lazos de unidad y comunión.