Cooranbong, Australia,
15 de abril de 1899.
A un médico perturbado
Mi querido hermano,
Tengo un profundo interés en usted y en su trabajo. Ruego al Señor que guíe mi pluma al escribirle. El Señor lo ha hecho un hombre de su elección, y los ángeles de Dios han sido sus ayudadores. El Señor lo ha colocado en el puesto que ocupa ahora, no porque sea usted infalible, sino porque él desea guiar su mente por medio del Espíritu Santo. Él desea que imparta el conocimiento de la verdad presente a todos aquellos con quienes se relaciona. Se le han encomendado graves responsabilidades, y de ninguna manera debiera dejarse envolver en tareas que vayan a debilitar su influencia entre los adventistas del séptimo día. El Señor lo ha escogido para que ocupe un lugar designado por él, ante la profesión médica, no para ser moldeado por las influencias mundanales, sino para moldear las mentes de otros. Diariamente necesita estar bajo la supervisión de Dios. Él es su Hacedor, su Redentor. Él le tiene una obra reservada para que la lleve a cabo unido a los adventistas del séptimo día y no separado de ellos. Sea usted una bendición para sus hermanos, impartiéndoles el conocimiento que él le ha dado.
Dios ha actuado por medio de usted y anhela aún seguir trabajando, honrándolo al encomendarle deberes importantes. "Porque nosotros somos colaboradores de Dios". (1 Corintios 3:9) Él nos utilizará, a usted, a mí y a todo ser humano que se inicie en su servicio, si nos sometemos a su dirección. Cada cual ha de mantenerse en su torre de vigilancia, escuchando atentamente lo que el Espíritu tiene que decirle, recordando que todas sus palabras y actos dejan su impresión, no sólo sobre su propio carácter, sino sobre el de las personas con quienes se asocia.
Edificio de Dios
"Sois labranza de Dios, edificio de Dios". vers. 9. Esta figura representa el carácter humano, que ha de labrarse punto por punto. A diario Dios trabaja sobre su edificio, golpe tras golpe, perfeccionando la estructura para que se convierta en un templo sagrado. El hombre ha de cooperar con Dios. Cada obrero deberá convertirse justamente en lo que Dios ha propuesto que sea, edificando su vida con obras puras y nobles, para que al fin su carácter sea una estructura simétrica, un templo hermoso, estimado por Dios y por los hombres. El edificio no ha de tener ningún defecto, porque es del Señor. Cada piedra ha de estar perfectamente colocada, para que pueda resistir toda la presión que se le aplique. Tanto a usted como a todos los demás obreros, Dios les advierte: "Tened cuidado cómo construís, para que vuestro edificio pueda resistir la prueba de la tormenta y la tempestad, por estar fundado en la Roca eterna. Colocad las piedras sobre un cimiento seguro, para que estéis preparados para el día de prueba y de juicio, cuando todos serán vistos tales como son".
Un templo de piedras vivas
Esta advertencia Dios me la presenta como algo especialmente necesario para su bienestar. Él lo ama con un amor inmensurable. Ama a sus hermanos en la fe, y trabaja en ellos con el mismo fin con que lo hace en usted. Su iglesia en la tierra asumirá proporciones divinas ante el mundo como templo hecho de piedras vivas, cada una reflejando luz. Llegará a ser la luz del mundo, como ciudad sobre un monte, la cual no se puede esconder. Está hecho de piedras puestas juntas unas a otras, bien ajustadas, haciendo firme y sólido el edificio. No todas las piedras son de la misma forma o hechura. Unas son grandes, otras pequeñas; pero cada una tiene un lugar que ocupar. Y lo que determina el valor de cada piedra es la luz que ella refleja. Este es el plan de Dios. Él desea que todos sus obreros ocupen sus respectivos lugares en la obra presente.
Estamos viviendo en medio de los peligros de los últimos días. Hemos de cultivar con sabiduría cada facultad mental y física porque todas hacen falta para hacer de la iglesia un edificio que represente la sabiduría del gran Diseñador. Los talentos que Dios nos ha otorgado son sus dones, y han de ser empleados en una debida relación entre ellos para que se logre formar un todo integral. Dios provee los talentos, la energía de la mente; el hombre forma el carácter.
Variedad de instrumentos
El Señor ha obrado en su favor, capacitándolo para que haga su parte como obrero; pero hay otros obreros que también deben hacer su parte como instrumentos. Éstos ayudan a formar el cuerpo entero. Todos deberán unirse como partes de un solo y grande organismo. La iglesia del Señor se compone de entidades vivientes y activas, las cuales derivan su poder para actuar del Autor y Consumador de su fe. Han de llevar a cabo en armonía la gran obra que descansa sobre sus hombros. Dios le ha asignado a usted su obra. Pero también tiene otros instrumentos a quienes les ha asignado su obra, para que todos sean, por medio de la santificación de la verdad, miembros del cuerpo de Cristo, y de su carne y de sus huesos. Representamos a Cristo, y trabajamos para el tiempo y la eternidad; y los hombres, aun los mundanos, se fijan en que hemos estado con Jesús y aprendido de él.
La verdad como unidad
El pueblo de Dios no debe hallarse confuso, carente de orden, armonía, constancia y belleza. Se deshonra grandemente a Dios cuando existe la desunión entre el pueblo de Dios. La verdad es única. La unidad que Dios exige debe cultivarse día tras día si hemos de contestar la oración de Cristo. No demos lugar a la desunión que lucha por surgir entre los que profesan creer el último mensaje de misericordia que ha de darse al mundo, porque ella sería un temible impedimento para el avance de la obra de Dios. Sus siervos deben ser uno, como Cristo es uno con el Padre; sus facultades, iluminadas, inspiradas y santificadas, deberán estar unidas para formar un todo cabal. Los que aman a Dios y guardan sus mandamientos no se distanciarán unos de otros; antes procurarán estar juntos.
Palabras de ánimo
El Señor no abandona a sus obreros fieles. Tenga presente que nuestra vida en este mundo no es más que un peregrinaje, que el cielo es el hogar al cual nos dirigimos. Tenga fe en Dios. Si mis palabras han herido su alma, lo siento; yo también estoy herida. Nuestra obra, una extraña obra, una gran obra que Dios nos ha dado, nos une de corazón y alma. No se atreva a quitarse la armadura. Debe llevarla puesta hasta el fin. Cuando el Señor lo exima, será tiempo para poner su armadura a sus pies. Usted se ha alistado en su ejército para servir hasta terminar la batalla y no debe desacreditarse abandonándola y dejando de agradar a Dios.
Que el Señor le muestre muchos asuntos que me ha expuesto a mí. Satanás está esperando la oportunidad de causarle afrenta a la causa de Dios. Me ha sido señalado el peligro, y también me ha sido mostrado su ángel guardián salvándolo a usted una y otra vez de sí mismo, protegiéndolo de un naufragio en cuanto a la fe. Hermano mío, levante en alto el estandarte, levántelo, y no se amilane ni se desanime.
Les he comunicado a los hombres principales de la Asociación General y del Mission Board [Departamento de Misiones] la luz que Dios me ha dado para que usted y ellos se consulten unos a otros; que en lugar de mantenerse distanciados sean sus compañeros ayudantes; que se sepa que Dios lo ordenó a usted para que estuviera en un puesto de confianza, y que necesita ayuda en lugar de censura.
Mi deseo de que usted proceda rectamente ha sido tan intenso que le he dirigido palabras fervientes, pero nunca, nunca, con el propósito de denunciarlo o condenarlo. ¡Oh, si Dios le hiciera entender que mi profundo interés por usted no ha cambiado en lo más mínimo! Deseo con ahínco que usted esté del lado del Señor, firme, experimentado, y leal. Yo sé que el Señor quiere que usted reciba la corona de victoria.
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"Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres... Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor". (Efesios 4:8-16)