Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

Capítulo 33

Una visión más amplia

Santa Helena, California,
30 de octubre de 1903.

A los misioneros médicos

Cristo, el gran Médico misionero, vino a nuestro mundo como el ideal de toda verdad. La verdad nunca languideció en sus labios, nunca sufrió daño en sus manos. De sus labios brotaban palabras de verdad con la frescura y el poder de una nueva revelación. Desplegó los misterios del reino de los cielos, revelando joya tras joya de verdad.

Cristo habló con autoridad. Toda verdad esencial para el pueblo fue proclamada con el aplomo de un conocimiento certero. No proclamó nada imaginario ni sentimental. No expuso sofismas ni opiniones humanas. No salían de sus labios cuentos ociosos o falsas teorías expresadas en lenguaje engalanado. Sus declaraciones eran verdades establecidas por el conocimiento personal. Él previó las doctrinas engañosas que llenarían el mundo, pero no las explicó. Concentraba sus enseñanzas en los principios inmutables de la Palabra de Dios. Magnificaba las verdades sencillas y prácticas que el pueblo pudiera entender e incorporar a sus vidas diarias.

Cristo pudo haber expuesto ante los hombres las verdades más profundas de la ciencia. Pudo haber desatado misterios que han tomado siglos de esfuerzo y estudio para penetrar. Pudo haber hecho sugerencias en el ramo científico, que hubieran dado mucho que pensar y estimulado la facultad inventiva del hombre hasta el fin del tiempo. Pero no hizo nada de esto. No dijo nada que pudiera satisfacer la curiosidad o las ambiciones del hombre y abrir paso a la fama mundanal. En toda su enseñanza, Cristo puso las mentes de los hombres en contacto con la Mente Infinita. No le indicaba al pueblo que estudiara las teorías humanas acerca de Dios, su Palabra, o sus obras. Les enseñaba a contemplar a Dios según lo manifestaban sus obras, su Palabra, y sus providencias.

La victoria de Cristo sobre la incredulidad

Mientras estuvo en la tierra, el Hijo de Dios era el Hijo del Hombre; sin embargo, había ocasiones cuando se reflejaba su divinidad. Así sucedió cuando le dijo al paralítico: "Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados". (Mateo 9:2)

"Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban --no abiertamente, mas-- en sus corazones"... "¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios!" (Marcos 2:6; Lucas 5:21)

"Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa". (Mateo 9:4-6)

El gran Médico misionero quitó los pecados del paralítico y luego lo presentó ante Dios perdonado. Y también lo sanó físicamente. Dios le había dado poder a su Hijo para acudir al trono eterno. Aunque Cristo actuaba con su propia personalidad, reflejaba el lustre de la posición de honor que había tenido en medio de la espléndida luz del trono eterno.

En otra ocasión, Cristo solicitó: "Padre, glorifica tu nombre". Y en respuesta "vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez". (Juan 12:28)

Si esta voz no conmovió a los impenitentes, si el poder que Cristo manifestó en sus poderosos milagros no hizo que los judíos creyeran, no debiera sorprendemos demasiado descubrir que los hombres y mujeres de ahora están en peligro, por causa del roce continuo con los incrédulos, de manifestar la misma incredulidad que demostraron los judíos, y de cultivar el mismo entendimiento pervertido.

No hay palabra para describir mi tristeza al considerar lo que se me ha presentado concerniente a la situación que prevalece en Battle Creek y otros centros de nuestra obra, donde ha estado brillando gran luz. En el pasado, cuando se ha demostrado que las cosas no marchan bien, ha habido un reconocimiento del mal, seguido de la confesión y el arrepentimiento y una reforma cabal. Pero últimamente no ha habido fieles mayordomos que repriman los males que necesitaban ser reprimidos. ¿Podemos nosotros entonces sorprendemos de que haya una gran ceguera espiritual?

Los que están empeñados en el ministerio evangélico necesitan aprender la mansedumbre y humildad de Cristo, y estar cabalmente convertidos, para que sus vidas puedan dar testimonio a un mundo muerto en delitos y pecados, de que han nacido de nuevo. Los obreros médicos misioneros también necesitan estar convertidos. Cuando se conviertan, su influencia será una fuerza en favor del bien en el mundo. Estarán dispuestos a recibir consejos y ayudar a sus hermanos, porque han sido santificados en la verdad. Diariamente recibirán ricas provisiones de gracia del cielo para impartir a los demás.

A cada uno de los que el Señor ha designado como sus agentes, les envía el mensaje:

"Asumid vuestra posición en vuestro puesto del deber, y luego manteneos firmes en el bien". A todos se me manda decir: "Hallad vuestro lugar. No aceptéis las opiniones antojadizas de hombres que no son enseñados por Dios. Cristo espera daros una mejor comprensión de las cosas celestiales, para acelerar vuestro pulso espiritual dándole nuevos bríos. Dejad ya de subordinar las demandas de los intereses eternos futuros a los asuntos comunes de esta vida. "Ninguno puede servir a dos señores". (Mateo 6:24) ¡Despertad, hermanos, despertad!

Los alcances de la obra médica misionera evangélica no se entienden debidamente. La obra médica misionera que se requiere ahora es la que fue delineada en la comisión que Cristo dio a sus discípulos poco antes de su ascensión. "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra dijo él. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". (Mateo 28:18-20)

Estas palabras designan nuestro campo de acción y nuestra labor. Nuestro campo es el mundo; nuestra obra, la proclamación de las verdades que Cristo vino al mundo a proclamar. A hombres y mujeres ha de brindárseles la oportunidad de obtener un conocimiento de la verdad presente, la oportunidad de saber que Cristo es su Salvador; que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". (Juan 3:16)

Advertencia en contra de la centralización

Cristo abarcó el mundo en su obra misionera, y el Señor me ha mostrado por revelación que no es su designio que se formen grandes centros, que se funden grandes instituciones, y que los fondos de nuestro pueblo en todas partes del mundo se agoten por el apoyo dado a unas pocas instituciones grandes, cuando las necesidades de estos tiempos requieren que se haga algo, Dios mediante, en muchos lugares. Se deben establecer instalaciones en varios lugares por todo el mundo. Primero una, luego otra parte de la viña ha de ser penetrada, hasta que todo se haya cultivado. Se deben hacer esfuerzos doquiera exista la mayor necesidad. Pero no podemos llevar a cabo esta lucha agresiva y a la misma vez gastar recursos en forma extravagante en unos pocos lugares.

El Sanatorio de Battle Creek es demasiado grande. Para atender a los pacientes que vienen, se necesitará una gran cantidad de trabajadores. El número máximo que se puede atender con buenos resultados en un centro médico misionero es la décima parte de los pacientes que acuden a esa institución. Se deben establecer centros en todas las ciudades que desconocen la gran obra que el Señor desearía que se hiciera para advertirle al mundo que el fin de todas las cosas se acerca. Dijo el Gran Maestro: "Hay demasiada concentración en un solo lugar".

Que los que se han preparado para dedicarse a la obra médica misionera en países extranjeros vayan a los lugares que esperan hacer su campo de labor, y empiecen a trabajar correctamente entre la gente, aprendiendo a la misma vez el idioma del país. Muy pronto descubrirán que pueden enseñar las verdades sencillas de la Palabra de Dios en ese idioma.

Un campo cercano descuidado

Hay en este país un gran campo no trabajado. La raza de color, que asciende a muchos millares de personas, llama la atención y simpatía de todo creyente leal y práctico en Cristo. Esta gente no vive en un país extranjero, y no se inclinan ante ídolos de madera y piedra. Viven entre nosotros, y vez tras vez, por medio de testimonios de su Espíritu, Dios nos ha llamado la atención sobre ellos, diciéndonos que aquí tenemos seres humanos que han sido descuidados.

Tenemos por delante este amplio campo, no explotado, necesitado de recibir la luz que Dios nos ha encomendado a nosotros.