Testimonios Selectos Tomo 1

Capítulo 39

Visión del conflicto

Vi en visión dos ejércitos en terrible conflicto. Uno de los ejércitos llevaba en sus banderas las insignias del mundo. El otro enarbolaba la ensangrentada enseña del príncipe Emmanuel. Pero bandera tras bandera quedaron arrastradas por el polvo; a medida que compañía tras compañía del ejército del Señor se juntaron al enemigo, tribu tras tribu se apartaba de las filas enemigas para unirse con el pueblo de Dios, guardador de sus mandamientos. Un ángel que volaba por en medio del cielo, puso el estandarte de Emmanuel en muchas manos, mientras un poderoso caudillo gritaba con robusta voz: "Poneos en línea de batalla. Tomen su puesto cuantos sean leales a los mandamientos de Dios y al testimonio de Cristo. Salid de entre ellos y preparaos sin tocar a lo inmundo, y yo os recibiré y os seré por Padre y seréis mis hijos e hijas. Vengan cuantos quieran acudir en socorro a Jehová, en socorro a Jehová contra los fuertes."

La victoria se balanceaba de uno a otro lado. A veces los soldados de la cruz retrocedían "como abanderado en derrota." Isaías 10:18. Pero su aparente retirada les servía para colocarse en más ventajosas posiciones. Se oyeron exclamaciones de júbilo. Resonó un canto de alabanza a Dios, y las voces de los ángeles se unieron al cántico, mientras los soldados de Cristo plantaron su bandera en los muros de la fortaleza hasta entonces poseída por el enemigo. El Capitán de nuestra salvación ordenaba la batalla, y mandaba auxilio a sus soldados. Su poder se desplegaba enérgicamente, y les alentaba a llevar hasta junto a las puertas el ataque.

Les mostraba terribles justicias al conducirlos paso tras paso venciendo y para vencer.

Finalmente se ganó la victoria. Triunfó gloriosamente el ejército que seguía la bandera que llevaba por inscripción: "Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús." Los soldados de Cristo se apiñaban junto a las puertas de la ciudad, que gozosa recibió a su Rey. Quedó establecido el reino de paz, de gozo y de eterna justicia.

La iglesia triunfante

Ahora la iglesia es militante. Estamos frente a un mundo sumido en tinieblas de media noche, entregado casi por completo a la idolatría. Pero se aproxima el día en que se habrá reñido la batalla y obtenido la victoria. La voluntad de Dios se ha de cumplir en la tierra como se cumple en el cielo. Entonces las naciones no tendrán otra ley que la ley del cielo. Juntas, constituirán una dichosa y unida familia, revestida con el ropaje de gratitud y alabanza, el ropaje de la justicia de Cristo. La naturaleza toda, en su incomparable hermosura, ofrecerá a Dios un constante tributo de alabanza y adoración. El mundo estará bañado en la luz del cielo. Los años transcurrirán gozosamente. La luz de la luna será como la del sol, y la del sol siete veces más brillante que ahora. Cantarán al unísono sobre la escena las estrellas de la mañana, y los hijos de Dios prorrumpirán en exclamaciones de gozo, mientras que Dios y Cristo se unirán para proclamar: "No habrá más pecado ni más muerte."

En guardia

Tal es la escena que se me representó. Pero la iglesia ha de combatir contra enemigos visibles e invisibles. Los agentes de Satanás están en forma humana sobre el terreno. Los hombres se han confederado para oponerse al Señor de los ejércitos. Estas confederaciones proseguirán hasta que Cristo deje su lugar de intercesión ante el propiciatorio y se revista del ropaje de venganza. En todas las ciudades hay agentes satánicos, que organizan en partidos a los que se oponen a la ley de Dios. Algunos que se llaman santos y otros que se declaran incrédulos, se incorporan a estos partidos. No es hora de que el pueblo de Dios flaquee. No debemos dejar de permanecer en guardia ni un solo instante. "Por lo demás, hermanos míos, confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra la asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y estar firmes, habiendo acabado todo. Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad, y vestidos de la cota de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de paz; sobre todo, tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de salud, y la espada del Espíritu; que es la palabra de Dios." Efesios 6:10-17.

"Y esto ruego, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que discernáis lo mejor; que seáis sinceros y sin ofensa para el día de Cristo; llenos de frutos de justicia, que son por Jesucristo, a gloria y loor de Dios." Filipenses 1:9-11.

"Solamente que converséis como es digno del evangelio de Cristo; para que ... oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, unánimes combatiendo juntamente por la fe del evangelio, y en nada intimidados de los que se oponen: que a ellos ciertamente es indicio de perdición, mas a vosotros de salud; y esto de Dios; porque a vosotros es concedido por Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él." Filipenses 1:27-29.

En estos últimos días se han revelado visiones de futura gloria, escenas descriptas por la mano de Dios, y éstas han de ser preciosas para su iglesia. ¿Qué sostuvo al Hijo de Dios en sus pruebas y tribulaciones cuando fué traicionado y condenado? Vió el trabajo de su alma y quedó satisfecho. Tuvo una visión de la eternidad y vió la dicha de quienes, mediante su humillación, recibirán el perdón y la vida eterna. Herido fué por sus rebeliones y molido por sus pecados: el castigo de su paz sobre él; y por sus llagas fueron ellos curados. Escuchó su oído la exclamación de los redimidos. Oyó cantar a los rescatados el cántico de Moisés y del Cordero.

Hemos de tener una visión del porvenir y de la beatitud del cielo. Hemos de colocarnos en el umbral de la eternidad y escuchar la amable bienvenida dada a quienes en esta vida cooperaron con Cristo, considerando como un privilegio y un honor sufrir por su causa. Cuando se unan con los ángeles, depositarán sus coronas a los pies del Redentor exclamando: "El Cordero que fué inmolado es digno de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza. ... Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás." Apocalipsis 5:12, 13.

Allí los redimidos saludarán a quienes los llevaron al ensalzado Salvador. Se unirán para alabar a Aquel que murió para que los seres humanos pudiesen tener vida comparable a la vida de Dios. El conflicto ha terminado. Acabó toda tribulación y lucha. Cantos de victoria henchirán los cielos cuando los redimidos rodeen el trono de Dios. Todos repetirán la alegre estrofa: "Digno, digno es el Cordero que fué inmolado y vive otra vez, como triunfante vencedor."

"Después de estas cosas miré, y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y clamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero. ...

"Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo: y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos. No tendrán más hambre, ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni otro ningún calor. Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos." "Y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas son pasadas."