El don de profecía
En el principio, cuando el hombre fué creado y puesto en el jardín del Edén, podía hablar cara a cara con su Creador y con los ángeles. Sin embargo, al caer en pecado, se le retiró este privilegio, y quedó el hombre sujeto a la muerte e incapaz de ver la maravillosa gloria de Dios ni de vivir en su presencia.
Pero aunque el hombre caído ya no podía hablar directamente con Dios, siempre ha estado nuestro amoroso Padre celestial en comunicación con la familia humana. Mediante el ministerio de los ángeles, ha proporcionado al hombre protección contra las infiuencias del mal, ayudándole a vivir de acuerdo con su voluntad. Por virtud del Espíritu Santo, ha hablado Dios al corazón del hombre, capacitando con ello aun a los más pecadores e ignorantes para encontrar el camino del bien obrar y la vida eterna.
También ha hablado Dios a la caída estirpe de Adán por boca de hombres escogidos a quienes en sueños y visiones dió conocimiento de sus designios. A estos mensajeros de la divina voluntad se les ha llamado santos varones o profetas, destinados por el Señor para la especial misión de recibir y comunicar la verdad del cielo al género humano. Dios dice: "Si tuviereis profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él." Números 12:6.
Las Sagradas Escrituras son una compilación de los escritos de hombres tan señaladamente honrados, que llevaron mensajes de Dios a las gentes de su tiempo, enseñaron verdades espirituales y dieron consejos y amonestaciones para la iglesia del porvenir. A los "profetas" fué revelado "que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas de los que os han predicado el evangelio." 1 Pedro 1:10-12.
La era de los patriarcas
El don de profecía no está limitado a una época. En el inspirado registro hallamos desde un principio ejemplos de su manifestación. Enoc, el séptimo desde Adán, fué profeta. Previendo el porvenir muchos siglos adelante, vió en profética visión la venida del Señor y la ejecución de los juicios finales sobre los impíos. Judas 14, 15.
Dios se apareció en visión a Abrahán, Isaac y Jacob, prediciéndoles las bendiciones que derramaría sobre su posteridad. Renovó con ellos su pacto y vieron de antemano la recompensa final del justo y contemplaron las bellezas de aquella ciudad celestial cuyo artífice y hacedor es Dios. Hebreos 11:10.
Moisés, escogido por Dios para sacar a los israelitas de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la tierra de Canaán, fué un poderoso profeta. Predijo el advenimiento del Mesías en estas palabras: "Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios: a él oiréis." Deuteronomio 18:15. Dios reveló muchas cosas a este fiel varón, y aunque no se le reveló plenamente la divina gloria, dice la Escritura que habló con Dios "cara a cara." Deuteronomio 34:10.
Después de establecidos los hijos de Israel en Canaán, la influencia de los idólatras que los rodeaban los desvió del verdadero Dios y les hizo adorar al sol, a la luna y a las estrellas, y también adoraron imágenes de oro, plata, madera y piedra. Así transgredieron los mandamientos del cielo que se les habían dado para su propio bien. El amoroso corazón de Dios se afligió al ver a su pueblo escogido apartado de su Creador y Bienhechor, y siguiendo una conducta que iba a llevarlo a la ruina.
Entre la apostasía general hubo algunos que mantuvieron su alianza con Jehová y de entre ellos escogió Dios profetas, a los que comisionó para exhortar al pueblo al arrepentimiento y advertirle de los males que seguramente le acarrearía su conducta. "Y Jehová el Dios de sus padres envió a ellos por mano de sus mensajeros, levantándose de mañana y enviando; porque él tenía misericordia de su pueblo, y de su habitación." 2 Crónicas 36:15.
Entre los profetas de Israel, sobresalieron Samuel, Elías, Eliseo, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Con vehementes palabras exhortaron al pueblo a que se apartara de sus malos caminos, asegurándole que el Señor le recibiría indulgentemente, le bendeciría y sanaría su desliz. Algunos de los escritos de estos profetas tienen especial aplicación al tiempo en que vivimos. Escribieron sobre lo que "acontecerá en lo postrero de los tiempos" o en el "tiempo del fin." Isaías 2:2; Daniel 12:4.
En ocasión del primer advenimiento de Cristo
Malaquías fué el último profeta del Antiguo Testamento. Durante el período de formalismo religioso que precedió a la primera venida de Cristo, no se registra dato alguno acerca de que hubiese manifestaciones especiales del don de profecía, aunque fueron enviados algunos profetas para preparar el camino del Mesías. Zacarías, padre de Juan el Bautista, "fué lleno de Espíritu Santo, y profetizó." Lucas 1:67. Simeón, "hombre justo y pío," que "esperaba la consolación de Israel," vino por Espíritu al templo, y profetizó respecto a Jesús, que sería "luz para ser revelada a los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel." La profetisa Ana "hablaba de él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén." Lucas 2:25, 32, 38. Nunca hubo mayor profeta que Juan el Bautista, escogido por Dios para proclamar a Israel el advenimiento del "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." Juan 1:29.
En los días de los apóstoles
El comienzo de la era cristiana fué señalado por la efusión del Espíritu Santo y la manifestación de diversos dones espirituales, entre ellos el de profecía. En el libro de los Hechos leemos las inspiradas expresiones de Pedro, de Esteban y de otros cristianos de la iglesia, así como de las cuatro hijas de Felipe, "doncellas que profetizaban," y del profeta Agabo. Hechos 21:9, 10.
El apóstol Pablo tuvo visiones de la gloria del cielo. Véase 2 Corintios 12:1-7. En el capítulo doce de la primera epístola a los Corintios dedica extensa consideración a los dones del Espíritu que fueron otorgados no sólo para una época sino "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo." Efesios 4:13. "Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero doctores; luego facultades; luego dones de sanidades, ayudas, gobernaciones, géneros de lenguas." 1 Corintios 12:28.
Juan, el último superviviente de los doce apóstoles de Jesús, era profeta. En el Apocalipsis refiere las visiones que tuvo mientras estaba desterrado en la isla de Patmos, diciendo que eran "la revelación de Jesucristo, que Dios le dió, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder presto; y la declaró, enviándola por su ángel a Juan su siervo, el cual ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto." Apocalipsis 1:1, 2.
El don de profecía desaparece
Las Escrituras predicen un gran retroceso, que ya empezó a manifestarse en la época apostólica entre algunos falsos hermanos de la iglesia, y que por último había de resultar en la "apostasía" y revelación del "hombre de pecado, el hijo de perdición," de quien habla Pablo en su epístola a los tesalonicenses. 2 Tesalonicenses 2:1-7.
En cumplimiento de estas predicciones, nos refiere la historia que después de la muerte del último apóstol de Jesús, algunos miembros de la iglesia cristiana empezaron a desviarse de la sencillez de la verdad enseñada por Cristo hasta que al cabo se unieron al mundo en sus prácticas paganas.
Según pasaban los años, la iglesia crecía en número y popularidad, resultando de ello que muchos fueron relajándose en su obediencia a las enseñanzas de la Biblia, hasta que finalmente, en los siglos V y VI de la era cristiana, la mayor parte de los que se llamaban cristianos no vivían de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, y durante muchos siglos predominó una forma apóstata del cristianismo. Fué suprimida la verdad hasta perderse de vista y prevaleció la ignorancia.
A estos siglos de apostasía los llama la historia "edad del obscurantismo," durante la cual se llevaron a efecto muchos intentos de alterar o desechar varias enseñanzas fundamentales de la Biblia. En semejantes circunstancias, no es extraño que tanto en dicha época como en la que precedió inmediatamente al primer advenimiento de Cristo, desapareciera casi por completo la manifestación del don de profecía.
Restaurado en los últimos días
Pero al propio tiempo que las Escrituras predicen esta tremenda apostasía, también enseñan explícitamente que poco antes de la segunda venida de Cristo, serán rescatados muchos de las tinieblas del error y la superstición. Una vez más ha de quedar la tierra iluminada por la gloria de Dios. Han de brillar de nuevo las puras verdades de la Biblia, y en esta época de celestial iluminación que señale la cercanía del fin de la edad, los dones del Espíritu volverán a manifestarse en la verdadera iglesia. "Y será en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; y vuestros mancebos verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán." Hechos 2:17, 18; Joel 2:28, 29.
En términos claros habla el profeta Juan de la última iglesia o "iglesia remanente" diciendo de ella que la forman quienes "guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo." Cuando Juan quiso una vez adorar al ángel que se le había aparecido en visión, el ángel le dijo: "Mira que no lo hagas: yo soy siervo contigo, y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús: adora a Dios." Apocalipsis 19:10.
En análogas circunstancias, el ángel le dijo a Juan, según relata otro pasaje:
"Mira que no lo hagas: porque yo soy siervo contigo, y con tus hermanos los profetas." Apocalipsis 22:9.
El pensamiento es evidentemente el mismo en ambos pasajes. En uno se dice que los "hermanos" de Juan "tienen el testimonio de Jesús;" y en el otro pasaje se llaman "profetas" a estos "hermanos."
Por lo tanto, los profetas tienen "el testimonio de Jesús;" y el ángel que se apareció a Juan es seguramente el mensajero especialmente encargado de dar instrucciones a todos los profetas. Sin duda es el ángel Gabriel, que se le apareció al profeta Daniel. Véase Daniel 8:16; 9:21. El mismo ángel le dice después a Juan: "El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía." Apocalipsis 19:10.
Comparando la expresión bíblica: "Testimonio de Jesús" con la afirmación de Apocalipsis 12:17 (VM) relativa al "residuo de su simiente, los que guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesús," inferimos que antes de la segunda venida de Cristo, su verdadera iglesia guardará sus mandamientos y tendrá el espíritu de profecía.
El rápido cumplimiento de las predicciones de la Sagrada Escritura referen es a las señales y sucesos que han de presagiar las finales escenas de la historia de la tierra, es una prueba evidente de que vivimos en los últimos días. Por lo tanto, ha de haber hoy día un número de cristianos que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo o sea el espíritu de profecía. ¿En dónde encontrarlos?
Ahora se necesitan obreros--misioneros médicos evangelistas. No podréis dedicar largos años a la preparación. Las puertas ahora abiertas para la verdad se cerrarán pronto para siempre. Proclamad el mensaje ahora. No esperéis, dejando que el enemigo se apodere de los campos ahora abiertos delante de vosotros. Salgan pequeños grupos a hacer la obra que Cristo asignó a sus discípulos. Trabajen como evangelistas, diseminando nuestras publicaciones, y hablando de la verdad a quienes encuentren. Oren por los enfermos, atendiendo a sus necesidades, no con drogas, sino con los remedios de la naturaleza, y enseñándoles cómo recuperar la salud y evitar la enfermedad.
Comprobado por la palabra
A consecuencia del fanatismo y malicia resultantes de la obra de hombres que falsamente se decían enseñados por Dios, mucha gente buena y seria mira con grave recelo y no da crédito a quienes se apoyan en la revelación divina. Pero el que busca la verdad se ha de prevenir igualmente contra los engaños de falsos profetas e instructores y contra el fracaso en el reconocimiento de la verdad. Dice el apóstol: "No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno." 1 Tesalonicenses 5:20, 21.
En armonía con esta exhortación, los creyentes en Cristo han de considerar ingenuamente las pruebas de que el actual movimiento adventista está guiado por Dios, al paso que consideran la manifestación del don de profecía relacionado con este movimiento. Es peligroso menospreciar la obra del Espíritu Santo manifestada en dicho don de profecía. Sin embargo, se nos amonesta a guardarnos "de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces." La prueba se nos da en que "por sus frutos los conoceréis."
Tan imposible es para el hombre recoger "uvas de los espinos, o higos de los abrojos" como hallar verdad pura y poder santificador en un ruin impostor. "Todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. ... Así que, por sus frutos los conoceréis." Mateo 7:15-20.
La activa labor de Elena G. Harmon, llamada, después de su matrimonio, la Sra. E. G. de White, abarcó un período de setenta años, en América, Europa y Australasia. Durante este largo tiempo, fué favorecida con muchas revelaciones, que creía enviadas del cielo, y se esforzó en transcribirlas fielmente para enseñanza. de la iglesia. Se han publicado varios volúmenes de sus escritos que circulan por todo el mundo. Millares de personas, convencidas, por las Escrituras, de que vivimos en tiempos cercanos al fin de la historia de la tierra, creyeron que la Sra. de White era un agente de que se valía Dios para hablar por medio del Espíritu de profecía a su iglesia remanente. Esta creencia merece seguramente consideración, pues el carácter de su obra se ha de inferir de su conducta y enseñanzas y de la índole de las revelaciones que recibió.
La Sra. de White deseó siempre que su obra y enseñanzas estuviesen comprobadas por la norma de la palabra de Dios, revelada en las Sagradas Escrituras, y así escribió: "Juzgad por sus frutos a los testimonios. ¿Cuál es el espíritu de sus enseñanzas? ¿Cuál ha sido el resultado de su influencia? ... O Dios está enseñando a su iglesia, reprobando sus yerros y fortaleciendo su fe, o no lo está. La obra ésta es o no de Dios. Nada hace Dios en participación con Satanás. Mi obra ... lleva el sello de Dios o el del enemigo. No caben en este punto términos medios.
"Cuando el Señor se manifestaba por el Espíritu de profecía, yo veía el pasado, el presente y el futuro. Se me mostraron rostros que jamás había visto, y años después los reconocí al verlos. Desperté de mi sueño con vívida sensación de las escenas presentadas a mi mente; y a media noche escribí cartas que, transmitidas a través del continente, llegaron a su destino en el momento crítico para salvar de un gran desastre la causa de Dios. Esta ha sido mi obra durante muchos años. Una fuerza me impulsaba a reprobar y rechazar injusticias en que yo no había pensado. Esta obra ¿es de arriba o de abajo? ... Quienes realmente deseen conocer la verdad hallarán suficientes pruebas para creer."--Testimonios para la Iglesia 5:629, 630, ed. inglesa.
El oficio de Cristo magnificado
La encarnación de Jesucristo, el sublime Hijo de Dios, "Cristo en vosotros la esperanza de gloria" (Colosenses 1:27), es el tema capital del evangelio. "En él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente: y en él estáis cumplidos." Colosenses 2:9, 10. La aceptación o rechazo de esta verdad vital es una de las pruebas señaladas por Dios para conocer a quien pretende tener el don de profecía. Dice el apóstol Juan: "No creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios: porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo es venido en carne es de Dios: y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo es venido en carne, no es de Dios." 1 Juan 4:1-3.
Los falsos profetas no aman a Cristo. Más bien llaman la atención hacia sí mismos. Hablan "cosas perversas, para llevar discípulos tras sí." Hechos 20:30. A tal efecto, enseñan de manera que halagan el ánimo carnal de quienes en su corazón "dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas." Isaías 30:10. Estos supuestos profetas o instructores "son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye." 1 Juan 4:5.
En las enseñanzas de la Sra. de White se reconoce y ensalza a Cristo como el único Salvador de los pecadores. "Porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." Hechos 4:12. En su obra personal por el Maestro, la Sra. de White dió ejemplo de las siguientes instrucciones que transmitió a sus hermanos en el ministerio:
"Cristo crucificado, Cristo resucitado, Cristo ascendido al cielo, Cristo que va a volver, debe alegrar y llenar a menudo la mente del predicador de modo que él pueda presentar estas verdades a la gente con amor y profundo fervor. Entonces el predicador se perderá de vista, y Jesús quedará manifiesto.
"Ensalzad a Jesús, vosotros que enseñáis a la gente, ensalzadle en el sermón, en el canto, en la oración. Dedicad todas vuestras facultades a conducir almas confusas, extraviadas y perdidas, al "Cordero de Dios." Ensalzadle a él, el Salvador resucitado, y decid a todos: Venid a Aquel que "nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros." Sea la ciencia de la salvación el motivo de cada sermón, el tema de cada canto. Derrámese en toda súplica. No pongáis nada en vuestra predicación como suplemento de Cristo, sabiduría y poder de Dios. Enalteced la palabra de Vida, presentando a Jesús como la esperanza del penitente y la fortaleza de cada creyente. Revelad el camino de paz al afligido y abatido, y manifestad la gracia y perfección del Salvador."--Obreros Evangélicos, 168.
"A la ley y al testimonio"
Siempre se ha esforzado el enemigo de toda justicia en inducir a los hombres a que menosprecien las exigencias de la ley de Jehová. Por medio de sus profetas, siempre ha procurado Dios llevar a los hombres al reconocimiento de las obligatorias prescripciones de su eterna e inmutable ley. Se ha escrito acerca del pueblo hebreo: "Jehová protestaba entonces contra Israel y contra Judá, por mano de todos los profetas, y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas, conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres, y que os he enviado por mano de mis siervos los profetas." 2 Reyes 17:13.
En nuestros días, cuando se manifiesta una propensión general a desechar el freno de la ley de Dios, la Sra. de White se ha esforzado firme e impávidamente en inculcar en la conciencia de los hombres los sagrados requerimientos de Dios. En su ministerio público, insistió constantemente en la inmutabilidad de la ley, en la vital necesidad de obedecer, por medio de la virtud de Cristo, a todas sus prescripciones, incluso la del cuarto mandamiento.
Acerca de la relación entre la ley y el evangelio, ha escrito la Sra. de White:
"Los principios de la ley se manifiestan claramente en la vida de Cristo; y a medida que el Espíritu Santo de Dios toca el corazón y la luz de Cristo revela a los hombres la necesidad de valerse de su sangre purificadora y de su virtud justificadora, la ley es también un agente para llevarnos a Cristo a fin de que podamos ser justificados por la fe. 'La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma.'
"Dijo Jesús: 'Hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas.' El sol que brilla en los ciclos, la sólila tierra en que moramos, atestiguan que la ley de Dios es inmutable y eterna. Aunque perezcan los cielos y la tierra, perdurarán los divinos preceptos. 'Más fácil cosa es pasar el cielo y la tierra, que frustrarse un tilde de la ley.' El sistema de símbolos, que representaba a Jesús como el Cordero de Dios, había de ser abolido a su muerte; pero los preceptos del Decálogo son tan inmutables como el trono de Dios."--The Desire of Ages, 308.
Honro siempre las escrituras
Los escritos de la Sra. de White señalan constantemente la Biblia como copiosa fuente de toda verdad espiritual. Dichos escritos abundan en citas bíblicas, a las que no da interpretaciones en modo alguno caprichosas. Sin embargo, no vaya a creerse que los adventistas del séptimo día consideran los escritos de la Sra. de White como un complemento de la Biblia, ni que su estudio haya suplantado al estudio de la Biblia. La misma Sra. de White ha escrito: "La palabra de Dios basta para iluminar la más tenebrosa mente, y pueden comprenderla cuantos lo deseen. Sin embargo, algunos, que se jactan de estudiar la palabra de Dios, se portan en abierta oposición a sus explícitas enseñanzas; y para que los hombres no puedan alegar excusa, Dios da entonces claros y señalados testimonios para volverlos a la Palabra que repugnaron obedecer." "Los testimonios no son para empequeñecer la palabra de Dios, sino para ensalzarla y atraer las mentes a ella, de modo que la hermosa sencillez de la verdad pueda conmover a todos."
"Nuestro lema ha de ser: '¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.' Tenemos una Biblia repleta de preciosísima verdad. Contiene el alfa y el omega del conocimiento. Las Escrituras, dadas por inspiración de Dios, son útiles 'para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra.' Tomad la Biblia por libro de estudio."
A sus hermanos en el ministerio les escribía la Sra. de White:
"No defendamos teorías o pruebas que Cristo no mencionó nunca, y que no tienen fundamento en la Biblia. Tenemos grandes y solemnes verdades para la gente. 'Escrito está,' tal ha de ser la prueba a que debemos someter toda alma. Dejémonos guiar por la Palabra de Dios. Busquemos un 'así dice Jehová.' Ya hemos tenido bastantes métodos humanos. Una mente educada únicamente en la ciencia mundana no podrá comprender las cosas de Dios; pero la misma mente, convertida y santificada, verá el poder divino en la Palabra."--Obreros Evangélicos, 324, 325.
Predicciones cumplidas
Una de las características que distinguen al verdadero Dios de los falsos dioses, es el poder de comunicarse con los hombres, tanto acerca de lo pasado como en cuanto a lo futuro. Por boca del profeta Isaías, lanzó Jehová un reto a los dioses adorados por los paganos: "Dígannos lo que ha pasado desde el principio, y pondremos nuestro corazón en ello: sepamos también su postrimería, y hacednos entender lo que ha de venir. Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses." Y a causa de la impotencia de los falsos dioses para hacer esto, dice Jehová: "He aquí que vosotros sois de nada, y vuestras obras de vanidad; abominación el que os escogió." Isaías 41:22-24.
Una de las pruebas señaladas por Dios para conocer a un verdadero profeta es el exacto cumplimiento de sus palabras. El poderoso profeta Moisés le dijo a Israel en nombre de Dios: "Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no hubiere hablado? Cuando el profeta hablare en nombre de Jehová, y no fuera la tal cosa, ni viniere, es palabra que Jehová no ha hablado: con soberbia la habló aquel profeta: no tengas temor de él." Deuteronomio 18:21, 22.
Muchos ejemplos podrían citarse de la visión profética de la Sra. de White. A menudo vió en visión a personas desconocidas para ella; y más tarde las encontró en sus viajes y les dió el mensaje que para ellas había recibido en visión. Estos mensajes denotaban un conocimiento de las acciones o motivos de aquellas personas, que la Sra. de White no podía haber adquirido por medios humanos.
En los primeros años de su obra, cuando ella, su esposo y el pastor José Bates, eran casi los únicos predicadores de la verdad del sábado, se le reveló el futuro desarrollo del movimiento adventista, a la sazón incipiente y del cual eran ellos las avanzadas. El 1 de noviembre de 1848, en una reunión celebrada en Dorchester (Massachusetts), la Sra. de White contempló en visión el mensaje simbolizado por el sol naciente que iba aumentando en esplendor hasta iluminar el mundo entero.
Después de la visión, le dijo la Sra. de White a su esposo que el Señor quería que imprimiese un pequeño periódico, y que la obra de publicar la verdad iría creciendo hasta que las publicaciones fuesen como rayos de luz que circundaran la tierra. Desde el punto de vista humano, era ésta una predicción muy presuntuosa. Había entonces pocos creyentes, pobres en bienes terrenos, y sus doctrinas eran muy impopulares. Sin embargo, Dios, para quien todo es posible, ha cumplido admirablemente su palabra. Desde aquel entonces, las publicaciones de la literatura henchida de verdad se han difundido por doquiera hasta el punto de que la venta anual en todo el mundo excede de siete millones de dólares.
Al relatar la Sra. de White sus primeras visiones, representó gráficamente las experiencias por que había de pasar el pueblo adventista antes de la venida del Señor. Se le mostró el rápido desarrollo e incremento que iba a tomar el espiritismo, aunque a la sazón sus manifestaciones se limitaban a los "misteriosos golpeteos" de Rochester (Nueva York). También predijo la promulgación de leyes que obligarían al descanso dominical en países donde por entonces imperaba la más completa libertad religiosa. Todas estas y otras muchas predicciones se publicaron y difundieron extensamente. Los acontecimientos ocurridos desde que las escribió han comprobado la veracidad de muchas de ellas, cuyo cumplimiento ha inspirado creciente confianza de que sus profecías relativas al triunfo final de la causa adventista quedarán igualmente cumplidas. La prosperidad de este movimiento ha sido mayor por haber escuchado los consejos y amonestaciones que con su palabra y pluma daba a los guías y conductores.
Condiciones en que tenía visión
Especialmente en los primeros años de su obra, tuvo la Sra. de White visiones en presencia de muchos testigos. Durante la visión quedaba por completo inconsciente de cuanto la rodeaba en la tierra. Sin embargo podía andar y hacer graciosos ademanes mientras refería las escenas que presenciaba. En aquellas circunstancias su fuerza era extraordinaria, pues en vano habían intentado hombres robustísimos moverle el brazo o la mano de la posición en que los mantenía. Una vez, en casa del Sr. Curtiss, en Topsham (Maine), el año 1845, tomó de un estante una voluminosa Biblia de familia que pesaba cerca de ocho kilogramos y, sosteniéndola más arriba que su cabeza con el brazo izquierdo extendido, la fué hojeando con la mano derecha, a medida que, con la vista apartada del libro, leía correctamente muchos pasajes de la Escritura, y señalaba con el índice los pasajes que leía. En estado normal, no hubiera sido capaz de levantar tan pesado volumen; pero en visión, lo sostuvo con fuerza sobrenatural durante más de media hora con el brazo extendido.
Al relatar sus visiones, hablaba frecuentemente la Sra. de White de su "ángel acompañante," a quien otras veces llama "mi compañero," o "mi instructor," aludiendo con estas expresiones a un brillante y glorioso ángel que invariablemente actuaba como su guía o instructor.
Aunque la Sra. de White solía hablar mientras estaba en visión, no brotaba aliento alguno de sus labios. El 26 de junio de 1854, en Rochester (Nueva York), mientras estaba en visión, dos médicos se empeñaron en demostrar que respiraba, y entre otras pruebas le acercaron a la boca una vela encendida, todo lo cerca que fué posible, sin quemarla; pero a pesar de que en aquel momento estaba hablando recio, no se notó ni el más leve hálito que moviera la llama. La primera señal de que se recobraba de la visión era un profundo suspiro y, pasados algunos segundos, otro suspiro, hasta que al fin se normalizaba su respiración.
Estas condiciones físicas son análogas a aquellas en que se hallaba el profeta Daniel durante sus visiones, según él mismo refiere en el capítulo décimo de su profecía. Habla de que perdía las fuerzas corporales y dice que se le aparecía un ángel para infundírselas sobrenaturales. Dice sobre esto: "Porque al instante me faltó la fuerza, y no me ha quedado aliento. Y aquella como semejanza de hombre me tocó otra vez, y me confortó." Daniel 10:17, 18.
Testimonio de un testigo ocular
El pastor Urías Smith que durante largos años fué colaborador de la Sra. de White y de su esposo, dió el siguiente testimonio respecto al don especial que ella poseía:
"Todas las pruebas que pueden aducirse en favor de semejantes manifestaciones demuestran su autenticidad. Las comprobaciones internas y externas son concluyentes. Están de acuerdo con la palabra de Dios. y con ellas mismas. Se manifiestan cuando el Espíritu de Dios está especialmente presente, si no es que se engañan invariablemente los más aptos para juzgar; y por lo severas, dignas y conmovedoras, resultan, para quienes las presencian, enteramente opuestas a las falsas pruebas del fanatismo.
"Su fruto denota que proceden de una fuente opuesta al mal.
"1. Su objetivo es de la más pura moralidad. Abominan todos los vicios y exhortan a la práctica de todas las virtudes. Señalan los peligros por los cuales hemos de pasar al reino. Revelan las artimañas de Satanás. Nos previenen contra sus añagazas. Han matado en flor cuantos proyectos fanáticos quiso introducir el enemigo entre nosotros. Han descubierto las ocultas iniquidades, puesto en claro escondidas injusticias y delatado los malignos intentos de los hipócritas. Nos han movido e inducido a consagrarnos más fervorosamente a Dios, a realizar más enérgicos esfuerzos para santificar nuestro corazón y ser más diligentes en la causa y servicio de nuestro Maestro.
"2. Nos conducen a Cristo, a quien, según hace la Biblia, nos representan como la sola esperanza y el único Salvador del género humano. Nos describen en vívidos caracteres la santa vida y piadoso ejemplo de Cristo, y con irresistible admonición, nos exhortan a seguir sus huellas.
"3. Nos conducen a la Biblia. Nos presentan este Libro como la inspirada e inalterable palabra de Dios. Nos exhortan a tomar por consejera la Palabra, considerándola como guía de nuestra fe y nuestras obras. Con impulsiva fuerza nos invitan a estudiar detenida y solícitamente sus páginas, para familiarizarnos con sus enseñanzas, porque nos ha de juzgar en el último día.
"4. Han consolado y fortalecido muchos corazones. Han animado al débil, robustecido al flaco, levantado al desfallecido. Han puesto orden en la confusión, enderezado muchos entuertos y desvanecido muchas tinieblas. Nadie que esté libre de prejuicios puede leer sus conmovedoras exhortaciones a una moralidad pura y elevada, sus loores a Dios y al Salvador, sus reprensiones contra todo mal y sus incitaciones a todo lo santo y bueno, sin verse obligado a exclamar: 'Estas palabras no son de endemoniado.'"
Valía de su obra
Después de setenta años de activa labor en muchos países, en la literatura y en la predicación, la Sra. de White se durmió pacíficamente en Jesús, el 16 de julio de 1915, en su casa, cerca de Santa Elena (California). Fué sepultada junto a su esposo en el cementerio de Oak Hill, de Battle Creek (Míchigan), el 24 de julio. En el sermón fúnebre, el pastor A. G. Daniells, presidente de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, dijo respecto a al obra de la difunta:
"Acaso no acertemos a definir exactamente qué aspecto de la obra de la Sra. de White ha sido más valioso para el mundo; pero parece que los numerosos volúmenes de profunda literatura religiosa que nos ha legado han de ser de grandísimo provecho para la humanidad. Sus libros forman más de veinte tomos, algunos de los cuales han sido traducidos a diversos idiomas en diferentes partes del mundo, y han alcanzado hasta ahora una circulación de más de dos millones de ejemplares, y continúan difundiéndose por millares.
"Al observar el campo de la verdad evangélica, de la relación del hombre con su Señor y con sus prójimos, vemos que la obra de la Sra. de White ha dado positivo y constructivo apoyo a estos grandes fundamentos. Ella tocó todos los puntos de las vitales necesidades de la humanidad y la realzó a superior nivel.
"Ahora descansa. Calló su voz; su pluma queda de lado. Pero prosigue la poderosa influencia de la activa, enérgica y espiritual obra de su vida, que estuvo enlazada con lo eterno y fundida en Dios. El mensaje proclamado y la obra realizada constituyen un elocuente y perpetuo monumento. Los muchos libros que nos ha legado, en que trata de todos los aspectos de la vida humana, insinúan las reformas necesarias para el mejoramiento de la sociedad representada en la familia, ciudad, estado y nación; y continuarán influyendo en el sentimiento público y en el carácter individual. Sus mensajes se estimarán mucho más de lo que lo fueron en lo pasado. La causa a que dedicó su vida y que quedó tan amoldada y prosperada por dicha vida, seguirá adelante con creciente energía y rapidez según transcurran los años. Los que estamos relacionados con esta causa, no hemos de abrigar ningún temor, excepto el de fracasar en cuanto a cumplir nuestra parte tan fielmente como debemos cumplirla."