Testimonios Selectos Tomo 3

Capítulo 32

La iglesia de Laodicea

El mensaje a la iglesia de Laodicea es una denuncia sorprendente, y se aplica al pueblo de Dios actual.

"Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo."

El Señor nos muestra aquí que el mensaje que ha de ser dado a su pueblo por los ministros que él ha llamado para que amonesten a la gente, no es un mensaje de paz y seguridad. No es meramente teórico, sino práctico en todo detalle. En el mensaje a los laodiceos, los hijos de Dios son presentados en una posición de seguridad carnal. Están tranquilos, creyéndose en una exaltada condición de progreso espiritual. "Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo."

¡Qué mayor engaño puede penetrar en las mentes humanas que la confianza de que en ellos todo está bien cuando todo anda mal! El mensaje del Testigo Fiel encuentra al pueblo de Dios sumido en un triste engaño, aunque sincero en esa creencia. No sabe que su condición es deplorable a la vista de Dios. Aunque aquellos a quienes se dirige se están lisonjeando de que se encuentran en una exaltada condición espiritual, el mensaje del Testigo Fiel quebranta su seguridad con la sorprendente denuncia de su verdadera condición de ceguera, pobreza y miseria espirituales. El testimonio, tan penetrante y severo, no puede ser un error, porque es el Testigo Fiel el que habla y su testimonio debe ser correcto.

A los que se sienten seguros en sus progresos, los que se creen ricos en conocimiento espiritual, les es difícil recibir el mensaje que declara que están engañados y necesitados de toda gracia espiritual. El corazón que no ha sido santificado es engañoso "más que todas las cosas, y perverso." Me fué demostrado que muchos se están lisonjeando de que son buenos cristianos, aunque no tienen un solo rayo de la luz de Jesús. No tienen una viva experiencia personal en la vida divina. Necesitan humillarse profunda y cabalmente delante de Dios antes de sentir su verdadera necesidad de esfuerzos fervientes y perseverantes para obtener los preciosos dones del Espíritu.

Dios conduce a su pueblo paso a paso. La vida cristiana es una constante batalla y una marcha. No hay descanso de la lucha. Es por esfuerzos constantes e incesantes cómo mantenemos la victoria sobre las tentaciones de Satanás. Como pueblo, estamos triunfando en la claridad y fuerza de la verdad. Somos plenamente sostenidos en nuestra posición por una abrumadora cantidad de testimonios bíblicos claros. Pero somos muy deficientes en humildad, paciencia, fe, amor, abnegación, vigilancia y espíritu de sacrificio según la Biblia. Necesitamos cultivar la santidad bíblica. El pecado prevalece entre el pueblo de Dios. El claro mensaje de reprensión enviado a los laodiceos no es recibido. Muchos se aferran a sus dudas y pecados predilectos, a la par que están tan engañados que hablan y sienten como si no necesitasen nada. Piensan que es innecesario el testimonio de reproche del Espíritu de Dios, o que no se refiere a ellos. Los tales se hallan en la mayor necesidad de la gracia de Dios y de discernimiento espiritual para poder descubrir su deficiencia en el conocimiento espiritual. Les falta casi toda calificación necesaria para perfeccionar un carácter cristiano. No tienen un conocimiento práctico de la verdad bíblica, lo cual conduce a la humildad en la vida y a una conformidad de la voluntad a la de Cristo. No viven obedeciendo todos los requisitos de Dios.

No es suficiente el simple hecho de profesar creer la verdad. Todos los soldados de la cruz de Cristo se obligan virtualmente a entrar en la cruzada contra el adversario de las almas, a condenar lo malo y sostener la justicia. Pero el mensaje del Testigo Fiel revela el hecho de que embarga a nuestro pueblo un terrible engaño que obliga a presentarle amonestaciones para que quebrante su sueño espiritual, y se despierte a cumplir una acción decidida.

En mi última visión me fué mostrado que este mensaje decidido del Testigo Fiel no ha cumplido aún el designio de Dios. La gente duerme en sus pecados. Continúa declarándose rica, y sin necesidad de nada. Muchos preguntan: ¿Por qué se dan todos estos reproches? ¿Por qué los Testimonios nos acusan continuamente de apostasía y graves pecados? Amamos la verdad; estamos prosperando; no necesitamos esos testimonios de amonestación y reproche. Pero miren sus corazones estos murmuradores y comparen su vida con las enseñanzas prácticas de la Biblia, humillen sus almas delante de Dios, ilumine la gracia de Dios las tinieblas, y caerán las escamas de sus ojos y se percatarán de su verdadera pobreza y miseria espirituales. Sentirán la necesidad de comprar oro, que es la fe y el amor puro; ropa blanca, que es el carácter inmaculado, purificado en la sangre de su amado Redentor; y colirio, que es la gracia de Dios, y que les dará un claro discernimiento de las cosas espirituales para descubrir el pecado. Estas cosas son más preciosas que el oro de Ofir.

Me ha sido mostrado que la mayor razón por la cual los hijos de Dios se encuentran ahora en este estado de ceguera espiritual, es que no quieren recibir la corrección. Muchos han despreciado los reproches y amonestaciones a ellos dados. El Testigo Fiel condena el estado tibio de los hijos de Dios, que da a Satanás gran poder sobre ellos en este tiempo de espera y vigilancia. Los egoístas, los orgullosos y los amantes del pecado no son nunca asaltados por dudas. Satanás sabe sugerir dudas e idear objeciones al testimonio directo que Dios envía, y muchos piensan que es una virtud, un indicio de inteligencia en ellos ser incrédulos, dudar y argüir. Los que desean dudar tendrán bastante oportunidad de hacerlo. Dios no se propone suprimir toda ocasión para la incredulidad. El da pruebas, que deben ser investigadas cuidadosamente con una mente humilde y un espíritu susceptible de enseñanza, y todos deben decidir por el peso de las evidencias.

La vida eterna es de valor infinito y nos costará todo lo que tenemos. Me fué mostrado que no estimamos debidamente las cosas eternas. Todo lo que es digno de posesión, aun en este mundo, debe obtenerse mediante esfuerzo y a veces por el sacrificio más penoso. Y ello es tan sólo para obtener un tesoro perecedero. ¿Estaremos menos dispuestos a soportar conflictos y trabajos, y a hacer esfuerzos fervientes y grandes sacrificios, para obtener un tesoro que es de valor infinito y una vida que se mide con la del Infinito? ¿Puede el cielo costarnos demasiado?

La fe y el amor son tesoros áureos, elementos que faltan en gran manera entre el pueblo de Dios. Me ha sido mostrado que la incredulidad en los testimonios de amonestación, estímulo y reproche, está apartando la luz del pueblo de Dios. La incredulidad está cerrando sus ojos para que ignoren su verdadera condición. El Testigo Fiel describe así su ceguera: "Y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo."

La fe en la pronta venida de Cristo se está desvaneciendo. "Mi señor se tarda en venir," es no sólo lo que se dice en el corazón, sino que se expresa en palabras y muy definidamente en las obras. En este tiempo de vigilia, el estupor está obscureciendo los sentidos del pueblo de Dios en cuanto a las señales de los tiempos. La terrible iniquidad que abunda requiere la mayor diligencia y el testimonio vivo para impedir que el pecado penetre en la iglesia. La fe ha estado disminuyendo en un grado temible, y es únicamente por el ejercicio cómo puede aumentar.

Cuando nació el mensaje del tercer ángel, los que se dedicaban a la obra de Dios tenían algo que arriesgar; tenían que hacer sacrificios. Empezaron esta obra en la pobreza, y sufrieron las mayores privaciones y oprobios. Afrontaban una oposición resuelta que los impulsaba hacia Dios en su necesidad y mantenía viva su fe. Nuestro actual plan de la benevolencia sistemática [los diezmos y las ofrendas] sostiene ampliamente a nuestros predicadores y no hay necesidad de que ellos ejerzan fe en que serán sostenidos. Los que ahora emprenden la predicación de la verdad, no tienen nada que arriesgar. No corren peligros, ni tienen que hacer sacrificios especiales. El sistema de la verdad está listo y a la mano, y se les provee de publicaciones que defienden las verdades que ellos promulgan.

Algunos jóvenes empiezan sin tener un sentimiento real del exaltado carácter de la obra. No tienen que soportar privaciones, penurias ni severo conflicto que requerirían el ejercicio de la fe. No cultivan la abnegación práctica, ni albergan un espíritu de sacrificio. Algunos se están poniendo orgullosos y engreídos, y no tienen ninguna verdadera preocupación por la obra. El Testigo Fiel dice a estos ministros: "Sé pues celoso, y arrepiéntete." Algunos de ellos están tan engreídos en su orgullo que son realmente un estorbo y una maldición para la preciosa causa de Dios. No ejercen una influencia salvadora sobre los demás. Estos hombres necesitan convertirse cabalmente a Dios ellos mismos, y ser santificados por las verdades que presentan a otros.

Testimonios directos en la iglesia

Muchos se sienten impacientes y celosos porque son frecuentemente molestados por amonestaciones y reproches que les hacen acordar de sus pecados. Dice el Testigo Fiel: "Yo conozco tus obras." Los motivos, los propósitos, la incredulidad, las sospechas y los celos, pueden ser ocultos de los hombres, pero no de Cristo. El Testigo Fiel viene como consejero: "Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono."

Los que son reprendidos por el Espíritu de Dios no deben levantarse contra el humilde instrumento. Es Dios, y no un mortal sujeto a error, quien ha hablado para salvarlos de la ruina. Los que desprecian la amonestación serán dejados en las tinieblas y se engañarán a sí mismos. Pero los que la escuchan, y atienden celosamente a la obra de apartar sus pecados de sí a fin de tener las gracias necesarias, estarán abriendo la puerta de su corazón para que el amado Salvador pueda entrar y morar con ellos. Esta clase de personas se encontrará siempre en perfecta armonía con el testimonio del Espíritu de Dios.

Los ministros que están predicando la verdad presente no deben descuidar el solemne mensaje dirigido a los laodiceos. El testimonio del Testigo Fiel no es un mensaje suave. El Señor no les dice: Estáis más o menos bien; habéis soportado castigos y reproches que nunca merecisteis; habéis sido innecesariamente desalentados por la severidad; no sois culpables de los males y pecados por los cuales se os reprendió.

El Testigo Fiel declara que cuando uno supone que está en buena condición de prosperidad, lo necesita todo. No es suficiente que los ministros presenten temas teóricos; deben también presentar los temas prácticos. Necesitan estudiar las lecciones prácticas que Cristo dió a sus discípulos, y hacer una detenida aplicación de las mismas a sus propias almas y a las de la gente. Porque Cristo da este testimonio de reprensión, ¿supondremos que le faltan sentimientos de tierno amor hacia su pueblo? ¡Oh, no! El que murió para redimir al hombre de la muerte, ama con amor divino, y a aquellos a quienes ama los reprende. "Yo reprendo y castigo a todos los que amo." Pero muchos no quieren recibir el mensaje que el cielo les manda en su misericordia. No pueden soportar que se les hable de su negligencia en el cumplimiento del deber, y de sus malas acciones, de su egoísmo, de su orgullo y amor al mundo.

Me fué mostrado que Cristo nos impuso, a mi esposo y a mí, una obra especial, para dar un testimonio claro a su pueblo, y para clamar sin escatimar esfuerzos, para demostrar al pueblo sus transgresiones y a la casa de Israel sus pecados. Pero hay quienes no quieren recibir el mensaje de reprensión, y levantan las manos para proteger a aquellos a quienes Dios quiere reprender y corregir. Siempre se encuentran simpatizando con aquellos a quienes Dios quiere hacer sentir su verdadera pobreza.

La palabra del Señor, hablada por sus siervos, es recibida por muchos con dudas y temores. Y muchos postergan su obediencia a la amonestación y a los reproches dados, esperando hasta que haya desaparecido de su mente toda sombra de incertidumbre. La incredulidad que exige perfecto conocimiento no quiere ceder a la evidencia que Dios se complace en dar. El requiere de su pueblo una fe que descanse en el peso de la evidencia, no sobre el conocimiento perfecto. Los que siguen a Cristo, que aceptan la luz que Dios les manda, deben obedecer la voz de Dios que les habla cuando hay muchas otras voces que claman contra ella. Requiere discernimiento el distinguir la voz de Dios.

Los que no quieran obrar cuando el Señor los invite a ello, sino que esperan evidencias más seguras y oportunidades más favorables, andarán en tinieblas, porque la luz será retraída de ellos. La evidencia dada un día, si se rechaza, puede no ser nunca repetida.

Muchos están tentados con respecto a nuestra obra, y la están poniendo en tela de juicio. Algunos, en su condición tentada, atribuyen las dificultades y perplejidades del pueblo de Dios a los testimonios de reproche que le han sido dirigidos. Piensan que la dificultad estriba en aquellos que dan el mensaje de amonestación, que señalan los pecados de la gente y corrigen sus errores. Muchos son engañados por el adversario de las almas. Piensan que las labores de los Hnos. White serían aceptables si no estuviesen continuamente condenando lo malo y reprendiendo el pecado. Me fué mostrado que Dios nos ha impuesto esta obra, y cuando se nos impide reunirnos con los hermanos y dar nuestro testimonio, y nos vemos contrarrestados por las sospechas y los celos de los que no son consagrados, entonces Satanás impulsa enérgicamente sus tentaciones. Los que han estado siempre de parte de los que dudan, se sienten libres para sugerir sus dudas e insinuar su incredulidad. Algunos tienen dudas puntillosas y aparentemente concienzudas y muy piadosas, que dejan caer con cautela; pero tienen diez veces más poder para fortalecer a los que están en el error y para disminuir nuestra influencia y debilitar la confianza del pueblo de Dios en nuestra obra, que si se nos opusiesen más francamente. Vi que estas pobres almas están engañadas por Satanás. Se lisonjean de que se encuentran bien, de que gozan del favor de Dios y son ricas en discernimiento espiritual, cuando son pobres, ciegas y miserables. Están haciendo la obra de Satanás, pero creen tener celo por Dios.

Algunos no quieren recibir el testimonio que Dios nos ha encargado dar, lisonjeándose de que podemos estar engañados y ellos tener razón. Creen que los hijos de Dios no necesitan que se les trate con franqueza y reprensión, sino que Dios está con ellos. Estas almas tentadas, que están siempre guerreando contra la fiel reprensión del pecado, quieren clamar: Habladnos cosas suaves. ¿Cómo se les aplica el mensaje del Testigo Fiel a los laodiceos? No puede haber engaño en ello. Este mensaje debe ser dado por los siervos de Dios a una iglesia tibia. Debe despertar a su pueblo de su seguridad y engaño peligrosos respecto de su verdadera situación delante de Dios. Este testimonio, si es recibido, lo incitará a obrar y a humillarse y confesar sus pecados. El Testigo Fiel dice: "Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente." Y además: "Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete." Luego viene la promesa: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." "Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono."

El pueblo de Dios debe reconocer sus errores y despertarse para arrepentirse celosamente y apartar de sí los pecados que produjeron una condición tan deplorable de pobreza, ceguera, miseria y terrible engaño. Me fué mostrado que el testimonio directo debe vivir en la iglesia. Únicamente esto responderá al mensaje a los laodiceos. Los males deben ser reprendidos, el pecado debe ser llamado pecado y la iniquidad debe ser afrontada presta y decididamente, y apartada de nosotros como pueblo.

La lucha contra el espíritu de Dios

Acerca de los que manifiestan un espíritu de oposición a la obra que durante veintiséis años hemos sido inducidos a hacer por el Espíritu de Dios, y que quisieran quebrantar nuestro testimonio, vi que no estaban luchando contra nosotros sino contra Dios, quien nos impuso la carga de una obra que no había dado a otros. Los que dudan y arguyen, y piensan que es una virtud dudar y quisieran desalentar; los que han sido los medios de hacer difícil nuestra obra y debilitar nuestra fe, esperanza y valor, han sido los que han sospechado el mal, insinuado acusaciones suspicaces y buscado celosamente ocasión contra nosotros. Ellos dan por sentado que el que tengamos debilidades humanas es una evidencia positiva de que erramos y que ellos tienen razón. Si pueden hallar una sombra de cualquier cosa que puedan usar para perjudicarnos, lo hacen con un espíritu de triunfo y están listos para denunciar nuestra obra de reprender lo malo y condenar el pecado como si fuese un espíritu duro y despótico.

Pero, aunque no aceptamos la versión de ellos en cuanto a nuestro caso como la razón de nuestras aflicciones, aunque sostenemos que Dios nos ha señalado para una obra más penosa que la de otros, reconocemos con humildad de alma y arrepentimiento que nuestra fe y valor han sido probados severamente, y que a veces no hemos confiado plenamente en Aquel que nos señaló nuestra obra. Cuando recobramos valor después de duros chascos y pruebas, lamentamos profundamente haber desconfiado alguna vez de Dios, haber cedido a las debilidades humanas y permitido que el desaliento anublase nuestra fe y disminuyese nuestra confianza en Dios. Me ha sido mostrado que los antiguos siervos de Dios sufrieron desilusiones y desalientos tanto como nosotros, pobres mortales. Estamos en buena compañía; sin embargo, esto no nos disculpa.

Mientras mi esposo ha estado a mi lado para sostenerme en mi obra, y ha dado un claro testimonio al unísono con la obra del Espíritu de Dios, muchos han creído que él era quien los perjudicaba personalmente, cuando era el Señor quien le imponía la carga, y era quien, mediante su siervo, los estaba reprendiendo y tratando de traerlos al arrepentimiento de sus errores y obtener el favor de Dios.

Aquellos a quienes Dios eligió para una obra importante fueron siempre recibidos con desconfianza y sospecha. Antiguamente, cuando Elías fué enviado con un mensaje de Dios a la gente, ésta no escuchó la amonestación. Pensó que él era innecesariamente severo. Aun creyó que había perdido su juicio, porque los denunciaba a ellos, el pueblo favorecido de Dios, como pecadores, y sus crímenes como si fuesen tan graves que los juicios de Dios se iban a manifestar contra ellos. Satanás y su hueste han estado siempre desplegando su actividad contra los que dan el mensaje de amonestación y reprenden los pecados. Los que no están consagrados también se unirán con el adversario de las almas para hacer tan difícil como sea posible la obra de los siervos fieles de Dios.

Si mi esposo ha estado apremiado más allá de sus fuerzas y se ha desalentado y descorazonado; si a veces no hemos visto nada deseable en la vida, no es nada extraño ni nuevo. Elías, uno de los grandes y poderosos profetas de Dios, mientras huía de la ira de la enfurecida Jezabel para salvar su vida, y se hallaba fugitivo, cansado y agotado, deseaba la muerte más bien que la vida. Su amarga desilusión respecto a la fidelidad de Israel había abatido su espíritu, y le parecía que no podía ya confiar en los hombres. En el día de su aflicción y tinieblas, Job pronunció estas palabras: "Perezca el día en que yo nací."

Los que no están acostumbrados a sentir profundamente, y que no han estado bajo las cargas como un carro debajo de las gavillas, y que nunca han identificado tan íntimamente su interés con la causa y la obra de Dios que les parezca una parte de su propio ser, y más cara que la vida, no pueden apreciar los sentimientos de mi esposo, como Israel no podía apreciar los sentimientos de Elías. Lamentamos profundamente habernos descorazonado, cualesquiera que fuesen las circunstancias.