Testimonios Selectos Tomo 5

Capítulo 13

La iglesia y la casa editorial

Deberes de la iglesia hacia la casa editorial

Los miembros de la iglesia en cuyo territorio se halla una de nuestras casas editoriales tienen el honor de poseer en su medio una de las instituciones del Señor. Deben apreciar este honor y deben comprender que implica una responsabilidad de las más sagradas. Su influencia y su ejemplo contribuirán mucho para ayudar a mantener a la institución en el cumplimiento de su misión.

A medida que nos acercamos a la crisis final, importa que la armonía y la unidad reinen entre las instituciones del Señor. El mundo no conoce más que tempestades, guerras y discordias. Sin embargo, las gentes se unirán bajo una misma dirección, la de la potencia papal, para oponerse a Dios en la persona de sus testigos. Esta unión es cimentada por el gran apóstata. Al par que trata de unir a sus agentes en la guerra contra la verdad, se esforzará por dividir y dispersar a los que la defienden. Los celos, la maledicencia, la calumnia, surgen a instigación suya para producir discordia y disensiones. Los miembros de la iglesia de Cristo tienen el poder de frustrar los planes del adversario de las almas. En un tiempo como éste, no debieran estar en discordia unos con otros ni con ninguno de los obreros del Señor. En medio de la discordia general, haya un lugar donde reinen la armonía y la unidad, porque la Biblia es en él reconocida como guía de la vida. Comprenda el pueblo de Dios que le incumbe la responsabilidad de sostener las instituciones del Señor.

Hermanos y hermanas, el Señor quedará satisfecho si os empeñáis de todo corazón en ayudar a la imprenta por vuestras oraciones y vuestro dinero. Orad cada mañana y cada noche para que ella reciba las más ricas bendiciones de Dios. No estimuléis la crítica ni las murmuraciones, ni dejéis escapar de vuestros labios ninguna queja; recordad que los ángeles las oyen. Cada uno debe ser inducido a comprender que estas instituciones nacieron por voluntad de Dios. Los que las denigren, a fin de servir a sus propios intereses, deberán dar cuenta de ello a Dios. El Señor quiere que todo lo que esté relacionado con su obra sea considerado como sagrado.

Dios desea que oremos mucho más, y que hablemos mucho menos. La entrada del cielo está iluminada por los rayos de su gloria, y él hará brillar esta luz en el corazón de cuantos sostengan con él relaciones normales.

Cada institución tendrá que luchar con dificultades. Estas son permitidas para que sea probado el corazón de los hijos de Dios. Al alcanzar la adversidad a una de las instituciones del Señor es cuando se manifiesta la fe verdadera que tenemos en Dios y en su obra. En un tiempo como ése, no considere nadie las cosas bajo su luz más desfavorable; ni exprese nadie pensamientos de duda o incredulidad. No critiquéis a aquellos que llevan la carga de la responsabilidad. No permitáis que vuestras conversaciones en la familia sean envenenadas por la crítica de los obreros del Señor. Los padres que se permiten este espíritu de crítica, no ponen delante de sus hijos lo que los pueda hacer sabios para salud. Sus palabras tienden a perturbar la fe y la confianza, no sólo de los hijos, sino también de las personas de mayor edad. Todos tienen ya demasiado poco respecto y reverencia para las cosas sagradas. Satanás trabajará con el mayor apresuramiento con quien critique para provocar la incredulidad, la envidia, los celos y la falta de respeto. Satanás está siempre trabajando para impregnar a los hombres de su espíritu, para apagar el amor que debiera cultivarse cuidadosamente entre hermanos, para destruir la confianza, para excitar los celos, las sospechas y las disputas. ¡Ojalá no nos hallemos entre sus colaboradores! Un solo corazón abierto a su influencia puede esparcir muchas semillas de enemistad. Hasta puede realizarse una obra cuyas consecuencias--la ruina de las almas--no se conocerán nunca completamente antes del gran día final.

Cristo declara: "Y cualquiera que escandalizare a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le anegase en el profundo de la mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! porque necesario es que vengan escándalos; más ¡ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo!" Mateo 18:6, 7. Una gran responsabilidad recae sobre los miembros de la iglesia. Deben velar por temor a que, descuidando las almas de los jóvenes en la fe y esparciendo semillas de duda e incredulidad bajo la instigación de Satanás, sean hallados responsables de la ruina de un alma. "Y haced derechos pasos a vuestros pies, porque lo que es cojo no salga fuera de camino, antes sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor: mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios, que ninguna raíz de amargura brotando os impida, y por ella muchos sean contaminados." Hebreos 12:13-15. El poder de los agentes de Satanás es grande, y el Señor exige de sus hijos que se corroboren unos a otros, "edificándoos sobre vuestra santísima fe."

En vez de cooperar con Satanás, aprenda cada uno lo que significa trabajar con Dios. En esta época perturbada, hay que realizar una obra que exige el valor y la fe inquebrantables que nos permitan sostenernos unos a otros. Todos necesitan, como obreros con Dios, estrechar las filas. ¡Qué no se lograría por la gracia de Dios si, cuando el desaliento aparece por todos lados, los miembros de la iglesia se uniesen para sostener a los obreros, para ayudarlos con sus oraciones y su influencia! Entonces es cuando se debe trabajar como administradores fieles.

En vez de criticar y censurar, tengan nuestros hermanos y hermanas palabras de estímulo y confianza que decir acerca de las instituciones del Señor. Dios les pide que alienten a los que llevan las cargas más pesadas, porque él mismo trabaja con ellos. Pide a su pueblo que reconozca el poder que obra para sostener sus instituciones. Honrad al Señor esforzándoos por hacer todo lo que podáis para dar a la institución la influencia que debe tener.

Cuando tengáis ocasión de hacerlo, hablad a los obreros; decidles palabras en las cuales hallarán fe y valor. Somos demasiado indiferentes unos para con otros. Nos olvidamos demasiado a menudo que nuestros colaboradores necesitan fuerza y valor. En los tiempos de pruebas o dificultades particulares, tened cuidado de demostrarles vuestro interés y vuestra simpatía. Cuando tratáis de ayudarles por vuestras oraciones, hacédselo saber. Haced repercutir en toda la línea el mensaje que Dios dirige a sus obreros: "Esfuérzate y sé valiente." Josué 1:6.

Los directores de nuestras instituciones tienen una tarea muy difícil: la de mantener el orden y una sabia disciplina entre la juventud confiada a su cuidado. Los miembros de la iglesia pueden hacer mucho para animarlos. Cuando los jóvenes no están dispuestos a someterse a la disciplina de la institución; cuando están decididos a seguir sus propios impulsos cada vez que no son del mismo parecer que sus superiores, no los sostengan ciegamente sus padres ni simpaticen con ellos.

Más valdría, mucho más, que vuestros hijos sufriesen, y aun que bajasen a la tumba, antes que aprender a tratar ligeramente los principios que forman el cimiento de la lealtad hacia la verdad, hacia el prójimo y hacia Dios.

En casos de dificultades con los capataces, dirigíos directamente a los que dirigen e informaos. Recordad que los jefes de los diversos departamentos comprenden mucho mejor que los demás las reglas que son necesarias. Manifestad confianza en su juicio y respeto por su autoridad. Enseñad a vuestros hijos a respetar y honrar a aquellos a quienes Dios ha demostrado respeto y honra al colocarlos en puestos de confianza.

Los miembros de la iglesia no pueden secundar de una manera más eficaz los esfuerzos de los directores de nuestras instituciones que dando en su propia familia un ejemplo de buen orden y disciplina. Muestren los padres a sus hijos, por sus palabras y conducta, lo que quieren que sean. Mantened constantemente la pureza del lenguaje y una verdadera cortesía cristiana. No se dé ningún aliciente al pecado, ni haya maledicencias ni sospechas. Enseñad a los niños y a los jóvenes a respetarse a sí mismos, y a ser fieles a los principios y a Dios. Enseñadles a respetar la ley de Dios y las reglas de la casa paterna. Pondrán entonces estos principios en práctica en su vida y en todas sus relaciones con sus semejantes. Amarán a su prójimo como a sí mismos, crearán una atmósfera pura y ejercerán una influencia que estimulará a las almas débiles a progresar por el camino que conduce a la santidad y al cielo.

Los hijos que reciben tales instrucciones no llegarán a ser una carga, ni una causa de inquietud en nuestras instituciones; serán un apoyo para quienes llevan responsabilidades. Bajo una sabia dirección, quedarán preparados para ocupar puestos de confianza, y tanto por el precepto como por el ejemplo, ayudarán constantemente a otros a hacer el bien. Estimarán en su justo valor los talentos que les hayan sido confiados, y harán el mejor uso posible de sus energías físicas, mentales y espirituales. Las tales almas estarán fortalecidas contra la tentación; no serán vencidas con facilidad. Con la bendición de Dios, tales caracteres son portaluces; su influencia contribuirá a formar artesanos que sean creyentes prácticos.

Los miembros de la iglesia, llenos del amor de Cristo por las almas, conscientes de sus privilegios y de las ocasiones que se les presentan, pueden ejercer sobre la juventud de nuestras instituciones una influencia inestimable para el bien. Su ejemplo de fidelidad en el hogar, en los negocios y en la iglesia; su bondad y cristiana cortesía, así como un interés verdadero por el bienestar espiritual de la juventud, realizarán maravillas para amoldar el carácter de estos jóvenes para servir a Dios y a sus semejantes, en esta vida y en la venidera.

Deberes de la casa editorial hacia la iglesia

Así como la iglesia tiene una responsabilidad hacia la casa editorial, ésta la tiene también para con la iglesia. La una debe sostener a la otra.

Los que ocupan puestos de responsabilidad en las casas editoriales no deben dejarse absorber por el trabajo a tal punto que no les quede tiempo para ocuparse en las cosas espirituales. Si este interés se mantiene muy vivo en la casa editorial, ejercerá una influencia poderosa en la iglesia; y si es vivo en la iglesia, se hará sentir con fuerza en la casa editorial. La bendición de Dios descansará sobre la obra si es dirigida de tal manera que las almas sean conducidas a Cristo.

Todos los obreros de nuestras casas editoriales que profesan el nombre de Cristo, deben ser activos en la iglesia. Es de esencial importancia para su vida espiritual que aprovechen todo medio de gracia. Ellos obtendrán fuerza, pero no permaneciendo como espectadores, sino haciéndose obreros. Cada uno deberá estar inscripto en algún grupo que realice un trabajo regular y sistemático en relación con la iglesia. Todos deben comprender que como cristianos esto es su deber. Por sus votos de bautismo, se comprometieron a hacer todo lo que está en su poder para edificar la iglesia de Cristo. Mostradles que su amor para Dios y su lealtad hacia su Redentor, hacia el ideal de la humanidad verdadera, hacia la institución para la cual trabajan, así lo exigen. No pueden ser siervos fieles de Cristo, no pueden ser hombres y mujeres realmente íntegros, ni obreros aceptables en la institución de Dios si descuidan estos deberes.

Los directores de la institución en sus diferentes ramos deben velar especialmente para que la juventud contraiga buenas costumbres a este respecto. Cuando ella descuida las reuniones, cuando se aparta de sus deberes hacia la iglesia, buscad la causa. Mediante esfuerzos llenos de tacto y de bondad, tratad de despertar a los negligentes y hacer revivir el interés que desapareció.

Nadie deberá poner su propio trabajo por pretexto para descuidar el servicio sagrado del Señor. Más valdría poner a un lado su trabajo que descuidar sus deberes hacia Dios.

A los hermanos a quienes han sido confiadas responsabilidades en las casas editoriales

Quiero llamar vuestra atención a la importancia que tiene el asistir a nuestras asambleas anuales; no sólo a las reuniones de negocios, sino a las reuniones que contribuirán a iluminaros espiritualmente. No os dais cuenta de la necesidad de estar en relación íntima con el cielo. Sin esta comunión, ninguno de vosotros está seguro; ninguno está calificado para hacer la obra de Dios de un modo aceptable.

En esta obra, más que en cualquier ocupación secular, el éxito guarda proporción con el espíritu de consagración y abnegación con que se trabaja. Los que llevan responsabilidades como directores de esta obra, necesitan colocarse donde podrán ser impresionados profundamente por el Espíritu de Dios. Tanto más debierais desear recibir el bautismo del Espíritu Santo y un conocimiento de Dios y de Cristo cuanto mayores responsabilidades implique vuestro puesto de confianza que el de un empleado común.

Los talentos naturales y adquiridos son todos dones de Dios y deben ser conservados constantemente bajo la dirección de la potencia divina y santificadora de su Espíritu. Necesitáis sentir más profundamente vuestra falta de experiencia en esta obra, y esforzaros con celo en adquirir el conocimiento y la sabiduría necesarias para emplear cada facultad de vuestro cuerpo y de vuestra mente de una manera que glorifique a Dios. "Os daré corazón nuevo." Ezequiel 36:26. Cristo debe morar en nuestros corazones, así como la sangre circula por nuestro cuerpo, como una potencia vivificadora. No podemos insistir demasiado en este punto. Al par que la verdad debe ser nuestra coraza, nuestras convicciones deben ser fortalecidas por la simpatía viva que caracterizaba la vida del Salvador. Ningún hombre puede resistir a menos que la verdad viva en su carácter. Hay un solo poder que puede hacernos y mantenernos firmes, y es la gracia de Dios manifestada en la verdad. El que confía en otra cosa está ya tambaleando, pronto a caer.

El Señor desea que os apoyéis en él. Aprovechad cuanto podáis de cada ocasión para acercaros a la luz. Si os alejáis de las santas influencias que emanan de Dios, ¿cómo podréis discernir las cosas espirituales?

Dios nos llama a hacer uso de todas las ocasiones de prepararnos para su obra. El desea que dediquéis todas vuestras energías al cumplimiento de vuestra tarea, y que permanezcáis sensibles al carácter sagrado y solemne de vuestra responsabilidad. El ojo de Dios está sobre vosotros. Para cualquiera de entre vosotros es peligroso entrar a su presencia con un sacrificio que tenga mácula, un sacrificio que no os haya costado estudios y oraciones. El no puede aceptar una ofrenda tal.

Os ruego que despertéis y busquéis a Dios para vosotros mismos. Mientras pase Jesús de Nazaret, decidle del fondo de vuestro corazón: "Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros." Mateo 20:31. Recobraréis entonces la vista. Por la gracia de Dios recibiréis lo que será para vosotros infinitamente más valioso que el oro, la plata o las piedras preciosas.