Dios exige un servicio personal de parte de cada uno a quien ha confiado el conocimiento de la verdad para nuestro tiempo. Todos no pueden ir a los campos extranjeros como misioneros, pero cada cual puede hacer trabajo misionero en su familia y en su vecindario. Los miembros de iglesia pueden comunicar el mensaje de muchas maneras a quienes los rodean. Uno de los medios más eficaces es vivir una vida cristiana útil y desinteresada. Aquellos que pelean la batalla de la vida con grandes desventajas, pueden ser animados y fortalecidos por medio de pequeñas atenciones que no cuestan nada. Las palabras amables dichas con sencillez, junto con pequeñas atenciones, bastarán a veces para disipar las nubes de la tentación y de la duda que cubren las almas. Una simpatía cristiana, del corazón, expresada con franqueza, puede abrir la puerta de los corazones que necesitan el delicado toque del Espíritu del Señor.
Jesús acepta con gozo los servicios de cualquier ser humano que se entrega a él. Asocia lo humano con lo divino, a fin de comunicar al mundo los misterios del amor encarnado. Sea este amor el objeto de vuestras conversaciones, de vuestras oraciones y de vuestros cantos; llenad el mundo con el mensaje de su verdad, y llevad este mensaje hacia las regiones lejanas.
Los seres celestiales están listos para cooperar con nosotros, a fin de revelar al mundo lo que pueden llegar a ser los seres humanos, y lo que puede cumplirse bajo su influencia, para la salvación de las almas que están por perecer. Una persona verdaderamente convertida está tan llena del amor de Dios, que se siente deseosa de participar a otros el gozo que posee. El Señor desea que su iglesia manifieste al mundo los esplendores de la santidad y que demuestre el poder de la religión cristiana. El cielo se ha de reflejar en el carácter del cristiano. El cántico de agradecimiento y de acciones de gracia debe ser oído por aquellos que están en las tinieblas. Esforzándonos por hacer bien a otros, hemos de expresar nuestra gratitud por las buenas nuevas del evangelio, por las promesas que encierra y las seguridades que nos da. Al realizar esta obra, impartiremos rayos de justicia celestial a las almas cansadas, inquietas y dolientes. Este ministerio es como un manantial abierto al viandante cansado y sediento. Los ángeles de Dios asisten a cada obra de misericordia y amor.
Nuestro ejemplo
La obra de Cristo debe servirnos de ejemplo. Continuamente iba de un lugar a otro haciendo bienes. En el templo y en la sinagoga, en las calles de las ciudades, en los mercados y en los talleres, a la orilla del mar y sobre los montes, él predicaba el evangelio y sanaba a los enfermos. Su vida de servicio desinteresado debe servirnos de manual. Su tierno amor compasivo condena nuestro egoísmo y nuestra dureza de corazón.
Por doquiera fuera, Jesús esparcía bendiciones a su paso. Entre los que profesan creer en él, ¿cuántos hay que han aprendido sus lecciones de bondad, tierna compasión y amor desinteresado? Oídle dirigiéndose a los que están débiles, cansados y desvalidos: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar." Mateo 11:28. Nada podía cansar su paciencia, ni reprimir su amor.
El Salvador nos invita a realizar esfuerzos pacientes y perseverantes en favor de millones de almas esparcidas en todo país, que perecen en sus pecados, como náufragos en una playa desierta. Los que quieran participar de la gloria de Cristo, deben también tomar parte en su ministerio, ayudando a los débiles, a los miserables y desanimados.
Hagan de la vida de Jesús su estudio constante aquellos que emprenden esta obra. Sean animados de un celo intenso, y empleen todas sus capacidades en el servicio del Señor. Los esfuerzos sinceros y exentos de egoísmo obtendrán preciosos resultados. Es del gran Maestro de quien los obreros recibirán su mejor educación. Pero los que descuidan de comunicar a otros la luz recibida, verán un día que han experimentado una pérdida espantosa.
Los seres humanos no tienen derecho a pensar que puedan tener límites sus esfuerzos en pro de la salvación de las almas. ¿Se cansó Cristo alguna vez en su obra? ¿Retrocedió él alguna vez ante el sacrificio y las privaciones? Los miembros de la iglesia deben realizar los mismos esfuerzos perseverantes e incansables. Obedientes a la orden del Maestro, ellos deben estar siempre listos para ponerse a la obra. Dondequiera que encontremos un trabajo que hacer, cumplámoslo mirando constantemente a Jesús. Centenares de almas serían ganadas para Cristo, si los miembros de nuestras iglesias siguiesen esas instrucciones. Si cada miembro de iglesia fuese un misionero vivo, el evangelio sería anunciado en poco tiempo en todo país, pueblo, nación y lengua.
El resultado de un esfuerzo ferviente
Todo talento santificado debe ser alistado para proclamar la verdad presente. Si las fuerzas del enemigo ganan la victoria ahora, será porque las iglesias descuidan la tarea que Dios les ha dado. Durante años nos ha sido presentada la tarea que debía ser cumplida, empero muchos han quedado dormidos. Si los adventistas del séptimo día se levantan ahora, para cumplir la obra que les ha sido asignada, la verdad será presentada por la potencia del Espíritu Santo, de una manera clara y distinta, en las ciudades hasta ahora descuidadas.
Cuando todo el corazón sea puesto en la obra, se verá la eficiencia de la gracia de Cristo. Los centinelas colocados sobre los muros de Sión deben estar alertas y despertar a los que los rodean. El pueblo de Dios debe ser tan ferviente y fiel en la obra del Maestro que todo egoísmo quede separado de su vida. Entonces todos trabajarán en perfecta armonía, y se revelará el brazo del Señor, cuyo poder se manifestó en la vida de Cristo. La confianza volverá a nacer y la unión reinará en las filas de la iglesia.
Diferentes ramos de actividad
El Señor pide a su pueblo que emprenda diferentes clases de trabajos. El mensaje evangélico debe ser oído tanto en los grandes caminos de la vida como en los senderos perdidos. Los miembros de la iglesia deben hacer obra de evangelización entre sus vecinos que todavía no han recibido plena evidencia de la verdad para nuestro tiempo.
Dios invita a familias cristianas a que se trasladen en medio de las comunidades sumidas aún en las tinieblas y el error, a fin de trabajar para el Maestro con tacto y perseverancia. Se necesita renunciamiento para responder a tales llamados. Mientras que muchos esperan que toda dificultad haya desaparecido, hay almas que mueren sin esperanza y sin Dios en el mundo. Muchas personas están dispuestas a aventurarse en regiones pestilenciales, y sufrir penurias y privaciones por alguna ventaja terrenal o para adquirir conocimientos científicos. ¿Quién está dispuesto a hacer otro tanto para hablar del Salvador? ¿Dónde están los hombres y las mujeres que quieren ir a las regiones necesitadas del evangelio para anunciar el Redentor a aquellos que viven en las tinieblas?
Circulación de nuestros impresos
Gran número de los hijos de Dios debe ir con nuestras publicaciones a los lugares donde el mensaje del tercer ángel nunca ha sido proclamado. Nuestros libros deben ver la luz en muchos idiomas distintos. Con estos libros deben salir hombres fieles como colportores evangélicos, para llevar la verdad a aquellos que sin ese medio nunca recibirían la luz. Los que emprenden este ramo de actividad deberían también prepararse para hacer trabajo médico misionero. Hay que acudir en auxilio de los enfermos y dolientes. Muchos de los que habrán sido aliviados en esta forma, entenderán y aceptarán las palabras de vida.
Al colportor, cuyo corazón esté lleno del Espíritu Santo, se le presentarán magníficas ocasiones de hacer el bien. La presentación de la verdad de casa en casa, hecha con amor y sencillez, está en armonía con las instrucciones que Cristo dió a sus discípulos, cuando él los envió en jira misionera la primera vez. Gran número de personas será atraído por los cantos de acciones de gracias, y por las oraciones humildes y fervientes. El divino Artífice estará presente para llevar la convicción a los corazones. "He aquí, yo estoy con vosotros todos los días," es su promesa. Con el sentimiento de la presencia constante de un Ayudador tal, podemos trabajar con fe, esperanza y ánimo.
De ciudad en ciudad y de un país a otro, deben llevarse los impresos que contienen la promesa de la próxima venida del Salvador. Esos impresos deben ser traducidos a toda lengua; pues este evangelio debe ser predicado al mundo entero. Cristo ha prometido a cada obrero la divina eficiencia que dará éxito a su trabajo.
Los que conocen la verdad desde hace mucho deben buscar al Señor con fervor, para que su corazón sea lleno de una decisión: la de trabajar en favor de sus vecinos. Hermanos y hermanas, visitad las personas de vuestro vecindario; y mediante vuestra simpatía y bondad, tratad de alcanzar su corazón. Con tacto, procurad disipar los prejuicios más bien que crearlos. Recordad que los que poseen el conocimiento de la verdad para este tiempo, y, sin embargo, se limitan a trabajar en sus iglesias, rehusándose a trabajar entre sus vecinos inconversos, tendrán que dar cuenta de los deberes no cumplidos.
Facilitad a vuestros vecinos algunos de nuestros libros chicos. Si su interés se despierta, llevadles alguno de los libros más importantes. Enseñadles el libro "Christ's Object Lessons" (Las Parábolas de Cristo). Habladles de este libro y preguntadles si no quisieran tener un ejemplar. Si ya lo tienen, averiguad si no quieren leer otro de la misma índole. Si ello es posible, cread la oportunidad de enseñarles la verdad. Debemos sembrar la semilla de la verdad a lo largo de todas las aguas, aun cuando no sepamos dónde prosperará.
De casa en casa
En varios estados de América, hay colonias de agricultores laboriosos y de condición acomodada, que nunca han oído de la verdad para nuestra época. Debe trabajarse en tales lugares. Ese trabajo debe ser emprendido por nuestros miembros de iglesia. Ellos pueden hacer mucho en favor de sus vecinos, al prestarles o venderles libros, al distribuirles periódicos y darles estudios bíblicos. Si tuviesen un profundo amor por las almas, podrían proclamar el mensaje con tanto poder que muchas personas se convertirían.
Dos obreros bíblicos estaban sentados en medio de una familia. Con la Biblia abierta ante ellos, presentaban al Señor Jesucristo en su carácter de Salvador que perdona los pecados. Elevaban fervientes oraciones hacia Dios y los corazones quedaban enternecidos y subyugados por la influencia del Espíritu Santo. Sus oraciones eran expresadas con sinceridad y poder. Mientras explicaban la Palabra de Dios, vi que una luz suave y radiante iluminaba las Escrituras, y yo susurré: "Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa." Lucas 14:23.
Esta preciosa luz fué comunicada de casa en casa. La costumbre de celebrar el culto de familia, que en ciertos hogares fuera abandonada, revivió y muchos fueron convertidos.
Hermanos y hermanas, consagraos al servicio del Señor. No dejéis pasar ninguna ocasión favorable. Visitad los enfermos y los dolientes y demostradles un interés verdadero. Si es posible, haced algo para su comodidad. Por este medio ganaréis sus corazones y podréis hablarles del Salvador.
Sólo la eternidad podrá revelar el alcance de una obra tal. Otros ramos de actividad se abrirán delante de aquellos que se muestren dispuestos a cumplir sus deberes inmediatos. La mayor necesidad actual, no consiste tanto en predicadores sabios y elocuentes como en hombres y mujeres que hayan aprendido de Jesús de Nazaret a ser mansos y humildes, y que, confiados en su poder, irán por los caminos y vallados para dar la invitación: "Venid, que ya está todo aparejado." Lucas 14:17.
Los que conozcan cabalmente la agricultura, que sepan cultivar el suelo y construir pequeñas casas, pueden hacerse muy útiles. Ellos pueden, mientras trabajan con sus manos, demostrar por su carácter qué nivel elevado puede alcanzar nuestro pueblo. Agricultores, industriales, albañiles, y otros hombres hábiles en sus oficios deberían trasladarse a los campos abandonados para cultivar la tierra, establecer industrias, construirse hogares humildes e impartir a sus vecinos el conocimiento de la verdad para nuestra época.
Una obra que conviene a las mujeres
Un vasto campo de actividad se abre delante de las mujeres así como de los hombres. Se necesitan cocineras competentes, costureras y enfermeras. Enseñad a los pobres a cocinar los alimentos, a remendar sus ropas, a limpiar sus casas. Debiera acostumbrarse a los niños a hacerse útiles prestando pequeños servicios a los que son menos favorecidos que ellos.
La familia como campo misionero
No olviden los padres el importante campo misionero que tienen en su hogar. Los niños que Dios ha confiado a una madre son para ella un cometido sagrado. "Toma este hijo o hija--dice el Señor, y edúcalo para mí. Dale un carácter pulido, a manera de las esquinas de un palacio, para que pueda brillar siempre en los atrios del Señor." La luz y la gloria que irradian del trono de Dios rodean a la madre fiel que se esfuerza en enseñar a sus hijos a resistir la influencia del mal.
Un lugar para cada persona
Hay para todo par de manos una obra que hacer. Que todo lo que se haga sirva para levantar el nivel de la humanidad. ¡Hay tantas personas necesitadas de ayuda! Tendrá el corazón desbordante de gozo aquel que, lejos de buscar su propia satisfacción, viva para beneficiar a los que son menos favorecidos. Despiértense los ociosos, y arrostren las realidades de la vida. Tomad la Palabra de Dios y escudriñadla. Si la ponéis en práctica, la vida será para vosotros una realidad viviente, y recibiréis una recompensa abundante.
En su vasto plan, el Señor tiene un lugar para cada uno. No ha dado talento alguno que no sea necesario. ¿Es el talento pequeño? Dios tiene un lugar para él, y si es usado con fidelidad hará precisamente aquello para lo cual Dios lo dió. Los talentos de quien habita una casa humilde se necesitan para la obra de casa en casa, y pueden lograr más que los dones brillantes.
Se presentan miles de ocasiones para ser útiles. Deploramos la debilidad de nuestros recursos frente a los variados y urgentes llamados de dinero y hombres. Si fuésemos más diligentes, podríamos, ahora mismo, centuplicar los recursos. Mas el egoísmo y la complacencia propia lo impiden.
Miembros de iglesia, dejad brillar la luz. Haced oír vuestra voz en humildes oraciones, en testimonios contra la intemperancia, las locuras y las diversiones del mundo; y hacedla oír en la proclamación de la verdad para nuestra época. Vuestra palabra, vuestra influencia, vuestro tiempo son otros tantos dones de Dios que deben ser empleados para ganar almas para Cristo.
Visitad a vuestros vecinos y tomad interés en la salvación de sus almas. Poned en acción todas vuestras energías espirituales. Decid a aquellos a quienes visitáis que el fin de todas las cosas está cerca. El Señor Jesucristo abrirá los corazones y hará sobre las mentes impresiones duraderas.
Procurad arrancar a los hombres y mujeres de su insensibilidad espiritual. Decidles cómo hallasteis a Jesús, y cuál ha sido vuestra felicidad desde el día en que empezasteis a servirle. Decidles qué bendición es para vosotros sentaros a los pies de Jesús para aprender las preciosas lecciones contenidas en su Palabra. Habladles de las alegrías que se experimentan en la vida cristiana. Vuestras palabras, cálidas y fervientes, les darán la convicción de que habéis hallado la perla de gran precio. Demuestren vuestras palabras, alegres y animadoras, que habéis hallado por cierto la senda más excelente. Este es trabajo misionero auténtico, y al ser hecho, hará que muchos despierten como de un sueño.
Aun mientras están entregados a sus ocupaciones ordinarias, los hijos de Dios pueden traer almas al Señor. Al hacerlo así, tendrán la reconfortante seguridad de la presencia del Salvador. No deben pensar que están abandonados a sus débiles fuerzas. Cristo les dará palabras adecuadas para consolar, para animar y fortalecer a las pobres almas que luchan en las tinieblas. Su propia fe será afirmada al ver el cumplimiento de la promesa del Redentor. No sólo beneficiarán a otros sino que la obra que hagan para Cristo será una fuente de bendición para ellos mismos.
Gran número de personas puede y debe hacer la obra que acabo de mencionar. Hermano mío, hermana mía, ¿qué haces tú para Jesús? ¿Te esfuerzas por ser una bendición para otros? ¿Salen de tus labios palabras de simpatía y amor? ¿Estás realizando esfuerzos fervientes por ganar almas para el Salvador?
Consecuencias de la negligencia
Se hace comparativamente poco trabajo misionero y, ¿cuál es el resultado? Las verdades que el Señor ha dado no son enseñadas. Hay muchos en el pueblo de Dios que no creen en la gracia. Muchos son dados a la murmuración. Aquellos que nada hacen para ayudar a otros a ver la importancia de la verdad presente, tienen que sentirse descontentos de sí mismos. Satanás aprovecha este hecho para impulsarlos a la crítica y la murmuración. Si se dedicasen activamente a conocer y practicar la voluntad de Dios, sentirían una carga tal por las almas que perecen, una preocupación tan viva, que nada podría impedirles obedecer la orden del Maestro: "Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura." Marcos 16:15.
No nos cansemos de trabajar
El Señor quiere que su pueblo despierte de su sueño. El fin de todas las cosas está cercano. Cuando los que conocen la verdad vengan a ser colaboradores con Dios, entonces los frutos de la justicia serán manifestados. El amor de Dios, revelándose en el esfuerzo misionero, llevará a mucha gente a tener conciencia de la culpabilidad de su conducta. Verán que, en lo pasado, su egoísmo les ha hecho impropios para ser colaboradores con Dios. Este mismo amor, manifestándose en un ministerio desinteresado, inducirá a muchas almas a creer en la Palabra de Dios, tal cual está escrita.
Dios desea dar a su pueblo el refrigerio del Espíritu Santo, bautizándolo nuevamente en su amor. La sequedad espiritual no tiene razón de ser en la iglesia. Después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo bajó sobre los discípulos que esperaban, oraban y creían, con una plenitud y poder que llenó todos los corazones. En lo porvenir, toda la tierra debe ser iluminada con la gloria de Dios. Los que habrán sido santificados por la verdad ejercerán sobre el mundo una santa influencia; una atmósfera de gracia rodeará el mundo. El Espíritu Santo trabajará en los corazones, tomando las cosas de Dios y revelándolas a los hombres.
Familias misioneras
Mucho más se haría para el Señor si todos los que tienen la luz de la verdad la pusiesen en práctica. Familias enteras podrían ser misioneras, y dedicarse a la obra personal, trabajando por el Maestro con manos y cerebros activos, ideando nuevos métodos que asegurasen el éxito de su trabajo. Hay hombres y mujeres celosos, prudentes y con un corazón ardiente, que podrían hacer mucho para Dios, si antes se entregasen a él, acercándosele y buscándole con todo su corazón.
Hermanos y hermanas, tomad una parte activa en la obra que tiene por objeto la salvación de las almas. Esta obra renovará y vivificará vuestras energías mentales y espirituales. La luz de Cristo resplandecerá en vuestra mente. El Salvador habitará en vuestros corazones y andaréis en su luz.
Consagraos completamente a la obra de Dios. El es vuestra fuerza y se mantendrá a vuestra diestra para ayudaros a ejecutar sus designios misericordiosos. Acercaos a los que os rodean por medio de la obra personal. Trabad relaciones con ellos. La predicación no podrá hacer la obra que debe ser hecha. Los ángeles de Dios os acompañarán a las casas que visitéis. Es una obra que no puede ser hecha por procuración. Los sermones no la terminarán ni el dinero dado o prestado. Es visitando a las personas, hablándoles, orando con simpatía con ellas, cómo sus corazones serán ganados. Es el trabajo misionero más noble que podáis realizar. Pero para ello, se necesita una fe firme y perseverante, una paciencia incansable, un gran amor por las almas.
Buscad relaciones con las personas de vuestro vecindario. Al hablarles de la verdad, demostrad una simpatía cristiana. Recordad que el Señor Jesús es el Artífice maestro. El es quien riega la semilla que sembráis. El os sugerirá palabras que alcancen los corazones. Tened confianza de que Dios sostendrá al obrero consagrado y abnegado. La obediencia, una fe infantil y confianza en Dios: he aquí lo que os dará paz y gozo. Trabajad con desinterés, amor y paciencia con todos aquellos con quienes estéis en relación. No manifestéis irritación, no pronunciéis palabras de impaciencia. More el amor de Cristo en vuestros corazones, y la ley de la amabilidad en vuestros labios.
Es incomprensible que no haya centenares de personas en la obra donde hoy hay solamente una. La apatía, la frialdad, la indiferencia de los que se dicen hijos de Dios, son un motivo de asombro para el universo celestial. La verdad es una potencia de vida. Id a proclamarla con fe y convicción. Que aquellos a favor de quienes trabajáis se den cuenta de que es para vosotros una viviente realidad.
El desarrollo mediante el servicio
Los que dedican su vida a servir como Cristo, saben lo que significa la verdadera felicidad. Sus intereses y sus oraciones van mucho más allá que su propia personalidad. Ellos mismos se desarrollan mientras tratan de ayudar a otros. Se familiarizan con los planes más amplios, las empresas más emocionantes, y ¿qué otra cosa pueden hacer sino crecer cuando se colocan al paso del divino raudal de luz y bendición? Los tales reciben sabiduría del cielo. Se identifican más y más con Cristo en todos sus planes. No hay para ellos oportunidad de estancarse. La ambición egoísta y la complacencia propia quedan reprimidas por el constante contacto con los intereses absorbentes, las aspiraciones elevadas, que pertenecen a las actividades elevadas y santas.