La Única Esperanza

Capítulo 1

El nacimiento de Jesús

En la pequeña ciudad de Nazaret, situada entre las colinas de Galilea, se hallaba el hogar de José y María, conocidos más tarde como los padres terrenales de Jesús.

José era del linaje o de la familia de David, de manera que cuando se promulgó el decreto para realizar un censo del pueblo, tuvo que ir a Belén, la ciudad de David, para hacer inscribir su nombre. Fue un viaje penoso, teniendo en cuenta la forma de viajar de aquellos tiempos. María, que iba con su esposo, se sentía muy cansada al ascender la colina sobre la cual se levantaba Belén.

¡Cuánto anhelaba tener un lugar cómodo para descansar! Pero las posadas ya estaban llenas. Los ricos y orgullosos estaban bien atendidos, mientras que estos humildes viajeros debían encontrar descanso en un rústico albergue de ganado.

José y María tenían pocas riquezas terrenales, pero poseían el amor de Dios, y esto los hacía ricos en contentamiento y paz. Eran hijos del Rey celestial que estaba por conferirles un honor maravilloso.

Los ángeles los habían guiado mientras se hallaban de viaje, y cuando llegó la noche, y fueron a descansar, no se sintieron solos: los mensajeros celestiales todavía estaban con ellos.

Allí, en ese humilde albergue, nació Jesús, el Salvador, y fue colocado en un pesebre. En esa rústica cuna descansaba el Hijo del Altísimo, aquel cuya presencia había llenado los atrios del cielo con su gloria.

Antes de venir a la tierra, Jesús era el Comandante de las huestes angelicales. Los más brillantes y exaltados de los hijos de la mañana proclamaban su gloria en la creación. Velaban sus rostros ante él cuando se sentaba en su trono. Echaban sus coronas a sus pies y entonaban sus cánticos de triunfo cuando contemplaban su grandeza.

Sin embargo, este Ser glorioso amaba al pobre pecador y tomó la forma de un siervo, para sufrir y morir por nosotros.

Jesús podría haber permanecido al lado del Padre, luciendo la corona y el manto reales; pero por nuestra causa escogió cambiar las riquezas del cielo por la pobreza de la tierra.

Por amor a nosotros aceptó una vida de privaciones y una muerte vergonzosa. Prefirió dejar a los ángeles que lo amaban y abandonar su puesto de Comandante supremo. Eligió cambiar la adoración de la hueste angelical por las burlas y el escarnio de los hombres malvados.

Jesús hizo todo esto para mostrarnos cuánto nos ama Dios. Vivió sobre la tierra para enseñarnos cómo hemos de honrar a Dios por la obediencia a su voluntad. Lo hizo para que, siguiendo su ejemplo, podamos finalmente vivir con él en su hogar celestial.

Ángeles y pastores

Los sacerdotes y gobernantes judíos no estaban listos para darle la bienvenida. Sabían que el Salvador vendría pronto, pero lo esperaban como un rey poderoso que los haría ricos y grandes. Eran demasiado orgullosos para pensar en el Mesías como un niño indefenso.

De manera que cuando Cristo nació, Dios no se lo reveló a ellos. Envió las buenas nuevas a algunos pastores que cuidaban sus rebaños en las colinas cercanas a Belén.

Eran hombres tan buenos que, mientras guardaban sus ovejas de noche, hablaban acerca del Salvador prometido y oraban fervientemente por su venida, Dios envió mensajeros resplandecientes desde su propio trono de luz para darles esa noticia.

"Y se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo:

"--No temáis, porque yo os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

"Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían:

'¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!'

"Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:

"--Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestado.

"Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón". Lucas 2:9-19.*