El cielo da la bienvenida al Señor resucitado--En ocasión de la resurrección [los soldados que guardaban la tumba de Jesús] vieron el resplandor de los ángeles iluminar la noche, y oyeron a los habitantes del cielo cantar con grande gozo y triunfo.--El Deseado de Todas las Gentes, 726.
Los cantos de alabanza al Redentor de la hueste angélica--Ven [los soldados que guardaban la tumba de Jesús] a Jesús salir de la tumba, y le oyen proclamar sobre el sepulcro abierto: "Yo soy la resurrección y la vida". Mientras sale con majestad y gloria, la hueste angélica se postra en adoración delante del Redentor, y le da la bienvenida con cantos de alabanza.--El Deseado de Todas las Gentes, 725, 726.
Las alabanzas a Cristo en su ascensión--Todo el cielo estaba esperando, para dar la bienvenida al Salvador a los atrios celestiales. Mientras ascendía, iba adelante, y la multitud de cautivos libertados en ocasión de su resurrección le seguía. La hueste celestial, con aclamaciones de alabanza y canto celestial, acompañaba al gozoso séquito.
Al acercarse a la ciudad de Dios, la escolta de ángeles demanda:
"Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria"
Con gozo, los centinelas de guardia responden:
"¿Quién es este Rey de gloria?"
Dicen esto, no porque no sepan quién es, sino porque quieren oír la respuesta de sublime loor:
"Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria".
Vuelve a oírse otra vez:
"¿Quién es este Rey de gloria?"
Porque los ángeles no se cansan de oír ensalzar su nombre. Y los ángeles de la escolta responden:
"Jehová de los ejércitos, El es el Rey de la gloria". Salmos 24:7-10.
Entonces los portales de la ciudad de Dios se abren, y la muchedumbre de ángeles entra por ellos en medio de una explosión de armonía triunfante.
[Jesús] presenta los trofeos de su triunfo; ofrece a Dios la gavilla de las primicias, aquellos que resucitaron con él como representantes de la gran multitud que saldrá de la tumba en su segunda venida. Se acerca al Padre, ante quien hay regocijo por un solo pecador que se arrepiente...
Con gozo inefable, los principados y las potestades reconocen la supremacía del Príncipe de la vida. La hueste angélica se postra delante de él, mientras que el alegre clamor llena todos los atrios del cielo: "¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición!" Apocalipsis 5:12.
Los cantos de triunfo se mezclan con la música de las arpas angelicales, hasta que el cielo parece rebosar de gozo y alabanza. El amor ha vencido. Lo que estaba perdido se ha hallado. El cielo repercute con voces que en armoniosos acentos proclaman: "¡Bendición, y honra, y gloria, y dominio al que está sentado sobre el trono, y al Cordero, por los siglos de los siglos!" Apocalipsis 5:13.--El Deseado de Todas las Gentes, 772, 773, 774.